viernes, 30 de septiembre de 2011

La vacuna contra el HIV del grupo de Mariano Esteban

Si habéis echado un vistado a los medios, os habréis percatado de que la noticia biomédica en España en estos días es el éxito obtenido por el prof. Mariano Esteban y su equipo en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB) de Madrid en el desarrollo de una estrategia vacunal contra el HIV (aquí tenéis la cobertura de RTVE, por ejemplo). Los responsables de Cellularium coincidimos con él en un acto ayer de la Real Academia Nacional de Farmacia y pudimos constatar la certeza de las palabras de Bertrand Russell que citamos hace unas semanas: vimos a un hombre de Ciencia satisfecho e ilusionado por los resultados de una apuesta personal cuyo desarrollo ha sido largo y costoso. Por una parte, los medios cubren la noticia con optimismo sobre el futuro de la vacuna, dada la objetividad de los datos mostrados (una eficiencia mayor del 90% en cuanto al desarrollo de inmunidad específica en un ensayo de fase I no está nada mal) y con el orgullo de que un grupo español esté en posiciones tan avanzadas en la carrera por la vacuna frente al HIV (no todo es gastronomía, fútbol, basket, motos y fórmula 1... Aunque la gente no la sabe España también tiene buenos equipos de investigación). Por otro lado, los medios también dejan una impresión de pesimismo respecto a la posibilidad de que sea viable afrontar los costes de los ensayos clínicos de tipo II, la siguiente prueba de fuego.
Debe entenderse que en un ensayo clínico de tipo I, como el realizado hasta el momento, el número de individuos en los que se ha ensayado la vacuna fue tan solo de 24, más 6 que recibieron el placebo. Es suficiente para demostrar la seguridad e inmunogenicidad de la vacuna, pero aún insuficiente para demostrar que la vacuna confiere protección... Aunque la cosa pinta bien.
Eso sí, mientras esperamos unos años más estos resultados (y la subvención necesaria para generarlos), nos queda disfrutar de la mera belleza de la estrategia. Lo que han hecho estos investigadores es lo que se denomina un vacuna viva recombinante. Para ello, simplemente han modificado genéticamente un virus vivo cuya eficiencia como agente vacunal está más que probada: el virus Vaccinia, es decir, el virus de la vacuna de la viruela, gracias a la cual esta enfermedad fue la primera y única hasta la fecha en ser erradicada del planeta. Fijaos que la palabra "vacuna" proviene precisamente del hecho de que Edward Jenner utilizó ya en el siglo XVIII y de manera empírica el virus de las pústulas variólicas de la vacas para inmunizar a las personas. ¡Faltaban más de 100 años para entender qué diablos era un virus, pero la vacuna frente a la viruela ya existía y era segura y eficaz! Pues bien, una variedad de este virus vacunal especialmente atenuado (léase no virulento, seguro) y dócil para su manipulación, llamada Ankara por la ciudad turca del mismo nombre, ha sido modificado genéticamente para expresar cuatro antígenos del HIV de modo que su inoculación en el ser humano produzca inmunidad frente a éste último. Es la misma estrategia que comentamos recientemente fue utilizada en el programa STEP con otro vector viral, un Adenovirus, pero que fracasó por la existencia de inmunidad frente al vector... En el caso del virus de la vacuna de la viruela, cabe prever que la estrategia sería válida al menos en todos los individuos menores de 40 años, ya que no hemos sido vacunados al considerarse erradicada la enfermedad ni, por supuesto, hemos pasado la viruela en ningún caso.
En realidad estos vectores virales se utilizan como "caballos de Troya", pero en el caso del Adenovirus los ciudadanos de Troya (nuestro sistema inmune) se cargan el caballo en cuanto entra, porque se saben el truco y no se fían, mientras que en el caso de los Poxvirus (viruela vacunal) los troyanos son "naive" y se tragan la píldora. Entiéndase que el símil de la Ilíada acaba ahí, puesto que en este caso el objetivo no es tomar Troya, sino que los griegos que van dentro (los antígenos del HIV que Mariano Esteban ha clonado ahí) enseñen a los troyanos a defenderse de males mayores a largo plazo. Otras formulaciones similares ya se han intentado con una misma estrategia similar basada en Poxvirus Ankara modificado, pero hasta este punto no habían sido tan prometedoras como esta.

Muchísima suerte a Mariano Esteban y colaboradores... La necesitan, realmente. El enemigo es muy escurridizo: su capacidad de variar y pillar a nuestar inmunidad por sorpresa por muy entrenada que la tuviéramos es simplemente asombrosa.

martes, 20 de septiembre de 2011

Vacunas contra el SIDA: ¿Es la existencia probada de anticuerpos efectivos una esperanza?

Uno de los temas calientes de la investigación científica en las últimas tres décadas es la lucha contra el virus de la inmunodeficiencia humana (HIV-1). Las inversiones públicas y privadas han sido multimillonarias y, como resultado, hemos conseguido una terapia antirretroviral compleja y cara que no elimina el virus pero al menos lo mantiene a raya. Demasiado tarde para Rock Hudson, Freddie Mercury y millones de anónimos más. Con ello, no obstante, hemos convertido al SIDA de pandemia en endemia del tercer mundo, con cifras escalofriantes en el África subsahariana (1,8 millones de muertes al año), donde las estrategias de prevención se practican con negligencia o simplemente no se practican y el coste del tratamiento en astronómico para el poder adquisitivo de los seropositivos. La mejor solución sería desarrollar una vacuna eficaz contra el SIDA. Pero si hay un tema peliagudo y doloroso para la investigación biomédica contemporánea, es precisamente este.
En el año 2007, el programa STEP, como se conoce al ensayo clínico más ambicioso y esperanzador hasta la fecha para una vacuna frente al HIV fue interrumpido al constatar que los individuos vacunados eran más proclives a contraer la enfermedad que aquellos inyectados con el placebo. Es un de los jarros de agua fría más importantes que ha recibido la Biomedicina contemporánea. ¿Por qué? En 2009 se constató experimentalmente una sospecha de la que algunos habían advertido ya de antemano. La vacuna del programa STEP se basaba en utilizar como vector vivo recombinante un Adenovirus tipo 5. Se trata de una vacuna de diseño en la cual este virus vivo más o menos domesticado e inofensivo (los Adenovirus causan catarros e infecciones diversas en las mucosas muy raramente graves), fácil de manipular en el laboratorio, se modificaba genéticamente para que expresase los inmunógenos del HIV que habrían de disparar inmunidad frente a una evental infección por este último. La estrategia, además de ser inteligente, había dado resultados prometedores en animales... ¿Porqué no soñar con una vacuna? Pues bien, en algún momento de nuestra infancia la mayoría de nosotros quizás hemos sufrido una infección respiratoria, un catarrillo de tantos, por el susodicho Adenovirus tipo 5. De este modo, tenemos memoria inmunológica para rechazar al vehículo que porta la vacuna, de modo que ésta no es efectiva. Lástima.
Pero parece ser que la Ciencia no tira la toalla, por suerte… Raro es el mes que el Telediario no habla en un par de ocasiones de avances lentos pero seguros hacia una vacuna contra el SIDA. Pero la cuestión no es sencilla. Basta pensar que cualquier vacuna se basa en estimular la producción una memoria inmunológica que produzca anticuerpos específicos frente al virus, bacteria o parásito atacante. Pero no es habitual que el virus, en lugar de contentarse con las mucosas (respiratoria, digestiva, etc.) como es el caso de la mayoría, ataque específicamente a un elemento clave del desarrollo de la propia respuesta inmune, los linfocitos CD4. Sin embargo, la batalla acaso no esté perdida si el sistema inmune está prevenido antes del primer contacto. En su último número, por ejemplo, la revista Science publica dos artículos afines que estudian en profundidad una población de anticuerpos que si se suministran pasivamente (es decir, se suministran a un individuo artificialmente, como los clásicos sueros protectores), previenen el contagio. Cabe esperar entonces que si una vacuna fuese capaz de inducir en nuestro organismo ese tipo de anticuerpos de manera activa, su eficacia sería excelente. Para llegar a estas conclusiones han utilizado técnicas de análisis estructural y genético de última generación, lo que les ha permitido estudiar cómo pueden generarse distintos linajes de anticuerpos (en distintos colores –amarillo, azul, naranja, verde- en la portada de Science de la imagen) que comparten propiedades estructurales capaces de bloquear la espícula del virus, la proteína gp120 (en rojo), la cual actúa como receptor para reconocer a sus víctimas de manera específica, las poblaciones linfocitarias CD4. Muchos grupos trabajan en estrategias para el desarrollo de una vacuna que produzca este repertorio de anticuerpos protectores y, hasta ahora, la enorme variabilidad y capacidad evolutiva del virus han sido el principal problema. Pero estos anticuerpos se parecen a uno ya conocido, el llamado pan-reactivo VRC01, que neutraliza más del 90% de los HIV-1 probados bloqueando de manera precisa el sitio de unión a CD4 en la espícula gp120 del virus.
¿Grandes expectativas? ¿O tan sólo un pequeño paso más? En cualquier caso un buen episodio de este fascinante culebrón de la lucha anti-SIDA, buena causa donde las haya. No se pierdan los próximos capítulos.

jueves, 8 de septiembre de 2011

El científico feliz de Bertrand Russell

Pocos representantes de la cultura en el siglo XX han hecho un esfuerzo tan importante para hacer asequible el pensamiento al ciudadano de a pie como el matemático, filósofo y Nobel británico Bertrand Russell. En su libro "La conquista de la felicidad", publicado en 1930, probablemente el primer y sin duda el mejor manual de autoayuda escrito para el hombre contemporáneo (y digo hombre, porque tanto la visión como la experiencia personal de Russell con el papel social de la mujer, al contrario que el resto de sus opiniones, aún perfectamente válidas, sí han perdido vigencia en nuestros días), reflexiona varias veces sobre cómo la envidiable profesión del científico le acerca a la felicidad. Veo a mi alrededor tantos científicos desengañados, presionados, cabreados y, en definitiva, infelices a la sombra de los recortes en I + D, educación, etc. que sufrimos en estos tiempos de crisis (¿cuándo no hubo crisis?), que creo oportuno, si alguno llega a leer esto, darles una inyección de optimismo recordando alguna de sus citas. Al menos, que no decaiga esa paz y emoción interior que según Russell caracteriza al científico vocacional.
"Entre los sectores más cultos de la sociedad, el más feliz en estos tiempos es el de los hombres de Ciencia. (...) En su trabajo son felices porque la ciencia del mundo moderno es progresista y poderosa, y porque nadie duda de su importancia, ni ellos ni los profanos. (...) Ejerce una actividad que aprovecha al máximo sus facultades y consigue objetivos que no sólo le parecen importantes a él, sino también al público en general aunque este no entienda una palabra. En este aspecto es más afortunado qu el artista. Cuando el público no entiende un cuadro o poema, llega a la conclusión de que es un mal cuadro o un mal poema. Cuando no entiende la teoría de la relatividad llega a la conclusión (acertada) de que no ha estudiado suficiente. (...) Muy pocos hombres pueden ser auténticamente felices en una vida que conlleve una constante autoafirmación frente al escepticismo de las masas, a menos que puedan encerrarse en sus corrillos y se olviden del frío mundo exterior. El hombre de Ciencia no tiene necesidad de corrillos, ya que todo el mundo tiene buena opinión de él excepto sus colegas" (sublime apunte irónico aquí de Russell).
"Las esperanzas puramente personales pueden fracasar de mil maneras diferentes, todas inevitables; pero si los objetivos personales formaban parte de un proyecto más amplio, que afecte a la humanidad, la derrota no es tan completa cuando se fracasa. El hombre de Ciencia que desea hacer grandes descubrimientos puede que no lo consiga o puede que tenga que dejar su trabajo a causa de un golpe en la cabeza" (o pongamos un recorte en los presupuesos para proyectos en su area de investigación), "pero si su mayor deseo es el progreso de la Ciencia y no sólo su contribución personal a dicho objetivo, no sentirá la misma desesperación que sentiría un hombre cuyas investigaciones tuvieran motivos puramente egoístas."
En fin, si esto no os convence, os aconsejo retrocecer 2000 años y leer a los estoicos, que ya trabajaron entonces la autoayuda del intelectual.
Así están las cosas... Prometo que la próxima entrada será por fin divulgación científica. A ver si soy constante y publico una todos los jueves (¡ay!). Gracias por leernos y hacernos crecer con vuestros comentarios. 

lunes, 13 de junio de 2011

La leche que te han dado

En los últimos años se han multiplicado como setas en otoño unos personajes muy particulares: se autodenominan, en el mejor de los casos “nutricionistas naturales”, “expertos en nutrición ecológica” u otras calificaciones de significado, cuando menos, dudoso (en los casos más graves practican disciplinas como la “medicina cuántica”; miedo me da pensar en qué consistirá) y se presentan ante la audiencia con una seguridad similar a alguien que tiene una tesis doctoral en mecanismos genéticos de la evolución, para decir lindezas como ésta: “uno de los principales alimentos a eliminar de la dieta es la leche. La leche es perjudicial para la salud. La prueba está en que no hay ningún mamífero, excepto el hombre, que siga alimentándose de leche después de la lactancia”.

Vaya tela.

Vamos a intentar explicar este grave malentendido, que está llevando a mucha gente a eliminar de su dieta el que probablemente sea el alimento más completo del que disponemos.

La lactancia es un período en el que los mamíferos, incapaces aún de alimentarse por sí mismos, reciben de la madre un concentrado nutricional que les permite crecer y desarrollarse adecuadamente en esas primeras semanas tan cruciales de la vida. Uno de los componentes de este elixir de alto valor nutricional es el azúcar lactosa que, para ser digerido por el lactante, necesita que su cuerpo sintetice una proteína enzimática, la lactasa. Con el paso del tiempo, esta lactasa deja de producirse (su gen deja de expresarse, deja de estar “encendido”) y, de forma natural, todos los mamíferos acaban por volverse “intolerantes a la lactosa”. Y quizá alguien se pregunte: ¿por qué, si la leche es un alimento tan completo, los mamíferos pierden tan pronto la capacidad de digerirlo? Probablemente, la respuesta tiene que ver con el elevado gasto metabólico que supone a la madre tener que fabricar una mezcla nutritiva tan rica y compleja, esfuerzo que puede asumirse durante un período breve, pero que no compensa cuando la cría puede buscar alimento por sí sola.

Todos los seres humanos no lactantes fueron intolerantes a la lactosa y, por tanto, no consumían leche (como el resto de los mamíferos) hasta hace unos 7.000-10.000 años. ¿Qué ocurrió entonces? Por aquella época entramos en el Neolítico, con el comienzo de las prácticas agrícolas y ganaderas. También por entonces apareció de forma estable en el genoma humano una mutación que permitía la expresión de la enzima lactasa durante toda la vida, y no sólo en los primeros meses. El disponer de rebaños y, por tanto, de leche, a la vez que la aparición de este cambio en el ADN, permitió a aquellos Homo sapiens mutantes alimentarse después de la lactancia con aquel mágico concentrado. Las consecuencias no se hicieron esperar: aquellos primeros “bebedores de leche” estaban mejor alimentados, más sanos, más fuertes, vivían más… y dejaban más descendencia. Justo lo que la selección natural necesita para funcionar. Hoy, se calcula que entre un 60 y un 80% de la población porta esta mutación que permite digerir la leche más allá de la lactancia. El resto de la población son los que conocemos como intolerantes a la lactosa.

Algunos todavía no estarán convencidos: pensarán que una “mutación” tiene que ser algo malo. Y que si fuera buena, los demás mamíferos también la habrían desarrollado. En primer lugar, quisiera aclarar que el término “mutación” simplemente significa “cambio en el ADN”, y que hay mutaciones perjudiciales y beneficiosas para el individuo que las experimenta; de hecho, si no fuera por infinidad de mutaciones sucesivas, los homínidos nunca se habrían separado del tronco común que, hace 8 millones de años, compartían con los antepasados de los chimpancés, y el Homo sapiens nunca habría aparecido. Por otra parte, sobre que los demás mamíferos no hayan estabilizado en su genoma una mutación como la nuestra, digamos que sin duda se debe a que ellos nunca han practicado la ganadería.


Así pues, puede ocurrir que la leche te siente fatal porque seas incapaz de digerir la lactosa, o quizá que te resulte un poco pesada porque tienes algún problema con la digestión de grasas (por cierto, la puedes tomar desnatada) o quizá, simplemente, no te guste su sabor… Pero no hay mayor problema. Beber leche no es obligatorio. No la bebas. Desayuna otra cosa. Pero decir que la leche es mala y habría que eliminarla de la dieta no sólo es mentira, sino también peligroso.

Al final, supongo que esto no es más que una moda, la menos original de todas: querer ser original, diferente de los demás. En fin, todos nos autoengañamos con lo que más nos apetece, pero de ahí a querer engañar a los demás, como hacen estos pseudo-nutricionistas de pacotilla, hay mucho trecho.

jueves, 28 de abril de 2011

De Chernobyl a Fukushima. ¿La era de los mutantes?

Es difícil quitarse de la mente las imágenes de devastación del  terremoto y subsiguiente tsunami que asolaron el nordeste de Japón, ese cataclismo apocalíptico digno de los efectos especiales de las más aciagas producciones de este género en Hollywood, aunque desgraciadamente alimentando el tópico de que la realidad supera siempre a la ficción. Y esa terrible y alarmante secuela, el accidente nuclear de Fukushima. La lección que hemos aprendido es que toda seguridad es poca y que la poderosa tecnología que nos proporciona la cómoda sensación de que domesticamos la naturaleza nada puede contra los embates más fieros de ésta. La reacción social y política en todo el mundo, el miedo lógico al precio que puede costar la energía nuclear en el evento de una catástrofe de esta índole. Algo que, si me perdonan los expertos en estadística por tan pobre muestreo, parece ocurrir cada 25 años, pues ahora celebramos el cuarto de siglo del accidente de Chermobyl. En un blog de la revista Nature se utiliza Google Earth para estudiar de manera interactiva la densidad de población en torno a las centrales nucleares del mundo, lo que proporciona una idea de la tragedia humana que supondría un evento similar al acontecido en Fukushima o Chernobyl. No es cuestión de ser cenizo, sino de estar preparado.
La catástrofe nuclear se produce cuando bien errores humanos (Chernobyl) o bien daños causados por la furia de la naturaleza (Fukushima) compromenten la refrigeración de los reactores. Es cierto que un terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter no es probable en Alemania ni en Garoña... Ni un tsunami lejos de las costas, claro. Sin embargo, atención a esta imágen de lo que ha ocurrido hoy en Alabama, EEUU, una región fuera del área de influencia sísmica.
En efecto, se trata de un tornado, una tormenta brutal, un fenómeno meteorológico en toda regla. ¿Son las centrales nucleares a prueba de tornados? Pero si la naturaleza es irracional, peor son las guerras en las que la especie humana se enreda ¿Están las centrales nucleares diseñadas a prueba de conflictos bélicos? Qué respuesta cabe dar a esto cuando incluso ya hemos utilizado la bomba atómica y vivido épocas de carrera armamentística nuclear, como la 'guerra fría'. El hombre está cambiando la faz de la Tierra con su desarrollo y explotación sin límites (tala de bosques tropicales, consumo de todo el combutible fósil, cambio climático... Por nombar algunas lindezas). Es un hecho irreversible. Y ya sabemos la consecuencia que ello está teniendo y tendrá a corto plazo sobre la biodiversidad en el planeta. Pero... ¿y la vida en sí? En un escenario hipercatastrófico, ¿estaría amenazada la vida? La nuestra tal vez sí, en cuanto agotemos o contaminemos los recursos que nos mantienen, pero la vida en este planeta tiene comodines. Pongamos la amenaza de la radiactividad. Efectivamente, los efectos mutagénicos de las radiaciones son bien conocidos, pero la evolución de las especies, basada en un proceso de mutación y selección natural, se ha desarrollado siempre en presencia de mutágenos (radiación cósmica, ultravioleta solar, elementos radiactivos naturales...) y, sin duda, en cierta medida la presencia de estos mutágenos ha contribuido al ritmo evolutivo. Si incrementamos la presión selectiva sobrevivirán sólo los más fuertes, de ahí la pérdida de diversidad. Y los más fuertes ya están aquí. La bacteria Deinococcus radiodurans (en la imagen) y la arquea Thermococcus gammatolerans, como sus nombres indican, son microorganismos que aguantan sin apenas pestañear dosis de radiación 100 veces superiores a las necesarias para matar a un ser humano.
 El estudio de estos microorganismos se realiza con la esperanza de aprender a utilizarlos en procesos de descontaminación o al menos de conocer los secretos de su resistencia. Y de estos estudios deriva la sorpresa... Parece ser que su secreto no estriba en la resistencia a la mutación de su ADN, sino de sus proteínas, algo que tiene que ver con la acumulación de manganeso (Mn) en la célula. Con esto, el concepto de que el ADN es el que sufre el efecto de las radiaciones que tenemos los genetistas lleva un tiempo en la mesa de debate por culpa de estos bichos. Sea cual sea la causa de su resistencia, el caso es que su ADN es el as que la vida tiene en la manga para volver a empezar desde el principio en caso de que Fukushima se globalice.
Ya, ya sé que no va a ocurrir, no hay que ser tan catastrofista... Pero en estos tiempos siempre es bueno tener recursos. Por si acaso.

viernes, 4 de marzo de 2011

De ratones y hombres: curar el cáncer

Hoy he pasado el día en una pequeña y agradable reunión científica en el CNB-CSIC, centrada en biología molecular del cáncer. No voy a reseñar los intríngulis moleculares que han presentado los ponentes sobre cómo lograr una quimioterapia efectiva. Pero sí voy a apuntar brevemente la sensación de impotencia ante una mera leve percepción de la complejidad de tan terrible enfermedad. Abrumador. Es un privilegio ser testigo de los enormes avances del conocimiento en este área. Pero es a la vez desalentador asumir que el cáncer no es una enfermedad que vaya a admitir jamás un tratamiento universal, cirugía aparte en los tumores sólidos... No sólo porque hay muchos tipos de tumores, sino porque las mutaciones en los diversos oncogenes y genes supresores que determinan la aparición y el desarrollo del tumor son distintas en cada individuo. Y sobre todo, hay muchas cosas que entender todavía: cómo surge el tumor, cómo progresa, qué su determina su malignidad, por qué se produce una metástasis... El conocimiento global ayuda, sin duda, y el avance en el control de cierto tipo de tumores en la última década ha sido muy notable gracias a ello, pero es un hecho que en muchos casos el pronóstico de la enfermedad y la respuesta a un tratamiento dado dependen de factores en gran medida desconocidos e impredecibles.

La realidad es que la inversión multimillonaria de las grandes farmacéuticas lleva a una plétora de moléculas hasta las primeras fases de ensayos clínicos en pacientes. Pero muy pocos compuestos llegan a las fases avanzadas y muchos menos a su aprobación y comercialización. Y de repente en un foro científico alguien expone un resultado basado en estudios genéticos sobre ratones, por ejemplo, y deja sobre la mesa la sombra de una duda: ¿todos esos compuestos están dirigidos contra la diana biológica apropiada? ¿O deberíamos cambiar radicalmente de estrategia? El cáncer depende de circuitos biológicos muy complejos, con múltiples interconexiones entre sí. A menudo apagar una rama del circuito implica la reactivación de otra. Es como luchar contra un dragón de varias cabezas con una sola espada. Si cortas una cabeza es probable que alguna de las otras se cabree más, si es que no le surgen dos de la herida, como a la Hidra mitológica. Bueno, en realidad es más complicado que eso, algo así como luchar con un dragón de varias cabezas capaz de multiplicarse dentro de un laberinto. Un dragón caprichoso y voluble, terrible pero impredecible. Es probable que la quimioterapia combinada, que corta varias cabezas a la vez, sea una solución en un futuro, si es que damos con los fármacos adecuados. Pero si los efectos secundarios de la quimioterapia con un solo fármaco son temibles, pues suma y sigue. Fascinante lucha contra el monstruo del cáncer, científicamente hablando. Más valiente aún la desesperada y triste lucha personal de muchos enfermos. Difícil será abatir al dragón. Lo que es seguro es que por el camino van a caer muchos muchos ratones, esos simpáticos y peludos mártires. Y muchos muchos millones de euros. Bien empleados, claro está.
En fin, que regreso a casa fascinado pero con un sabor de boca más bien amargo. Y a 110 Km/h. Que no se diga.

viernes, 21 de enero de 2011

Montagnier, papayas fermentadas y la teleportación cuántica del ADN


Luc Montagnier, Premio Nobel en 2008 por el descubrimiento del virus del SIDA 25 años antes, Príncipe de Asturias de investigación científica y técnica (2000), Caballero de la Legión de Honor francesa y otros muchos méritos probablemente merecidos… Aunque la sonada trifulca con Robert Gallo por la autoría del descubrimiento del virus enturbió en su momento la importancia del hallazgo, hoy no sólo su autoría sino también su autoridad en el HIV son incuestionables (pincha aquí para leer la historia del descubrimiento contada por el propio Montagnier, in English). De hecho, Gallo no compartió el Nobel con el francés, lo que implica que la historia parece inclinar la balanza a favor de Luc. No obstante, una buena parte de la comunidad científica nos tememos que el bueno del Dr. Montagnier chochea. Y mucho.
La penúltima aventura de Montagnier comenzó con unas declaraciones en las que afirmaba que una nutrición equilibrada y el consumo de sustancias antioxidantes podrían contribuir de manera decisiva a la prevención del SIDA. Dicho por la máxima figura mundial en la materia suena más serio, pero el sentido común dicta otras medidas profilácticas… Leyendo entre líneas parece que la intención del viejo Luc fuese utilizar su autoridad para divulgar la mentira piadosa de que cooperando con el África subsahariana para mejorar su alimentación haríamos más bien que invirtiendo un dineral en una vacuna que no tiene visos de viabilidad. Y eso es loable. Pero hace poco publicó un trabajo en la revista Toxicology en el que presenta el jugo de la papaya fermentada como una panacea para múltiples procesos patológicos por sus propiedades antioxidantes, incluyendo el SIDA. Entre sus propiedades estaría el retraso del envejecimiento, por lo que dicen se la habría recetado ya al papa Juan Pablo II en su día. Hasta ahí, todo bien… Extravagante, pero interesante si tales propiedades se corroboran, cosa que algunos investigadores dudan. Al menos en público… ¡Quién sabe si no se hartan de papaya un poco pocha a escondidas!
Pero todo tiene un límite. La última de Montagnier es su defensa de la hipótesis de que el ADN en solución acuosa es capaz de inducir ondas electromagnéticas, y que dichas señales dejan su impronta en fluidos situados a cierta distancia. Y, ta-chaaan… ¡Más difícil todavía!: Esta “impronta cuántica” es capaz de ser reconocida por la polimerasa de la PCR (la reacción en cadena que usamos de rutina en los laboratorios para amplificar ADN) que permite producir el ADN a partir de su fantasmagórico molde teleportado. Para demostrar esto, que aún no ha publicado (siempre le queda la opción de enviarlo a Current Revolution), ha tenido que eliminar los campos magnéticos de la Tierra para que no influyeran en el experimento. Nadie duda que la Ciencia se hace más fascinante cuanto más se acerca a los límites y que muchos grandes descubrimientos a menudo se han fundamentado en hipótesis de riesgo. Pero aquí se ha transmigrado varios pueblos, porque esto supone dinamitar las leyes de la física, la química y la biología en un solo experimento con planteamientos pseudo-homeopáticos, puesto que la experimentación realizada parece implicar diluciones extremas de la muestra (ya sabéis, la homeopatía no es más que un pintoresco tabú para nosotros los honorables científicos del siglo XXI).
Estos experimentos son objeto de controversia y debate en la comunidad científica sólo porque él los defiende, puesto que a cualquier otro científico loco, que somos muchos, se lo tomarían a guasa. Aparentemente, Montagnier acaba de trasladar su laboratorio a China, puesto que en Francia, heredera del exceso de racionalismo que trajo la Revolución, no encuentra financiación para este proyecto. No sé qué pensarán los chinos, pero yo a esta aventura no la veo mucho futuro.
Así que… ¡Hasta luego, Luc!