lunes, 13 de junio de 2011

La leche que te han dado

En los últimos años se han multiplicado como setas en otoño unos personajes muy particulares: se autodenominan, en el mejor de los casos “nutricionistas naturales”, “expertos en nutrición ecológica” u otras calificaciones de significado, cuando menos, dudoso (en los casos más graves practican disciplinas como la “medicina cuántica”; miedo me da pensar en qué consistirá) y se presentan ante la audiencia con una seguridad similar a alguien que tiene una tesis doctoral en mecanismos genéticos de la evolución, para decir lindezas como ésta: “uno de los principales alimentos a eliminar de la dieta es la leche. La leche es perjudicial para la salud. La prueba está en que no hay ningún mamífero, excepto el hombre, que siga alimentándose de leche después de la lactancia”.

Vaya tela.

Vamos a intentar explicar este grave malentendido, que está llevando a mucha gente a eliminar de su dieta el que probablemente sea el alimento más completo del que disponemos.

La lactancia es un período en el que los mamíferos, incapaces aún de alimentarse por sí mismos, reciben de la madre un concentrado nutricional que les permite crecer y desarrollarse adecuadamente en esas primeras semanas tan cruciales de la vida. Uno de los componentes de este elixir de alto valor nutricional es el azúcar lactosa que, para ser digerido por el lactante, necesita que su cuerpo sintetice una proteína enzimática, la lactasa. Con el paso del tiempo, esta lactasa deja de producirse (su gen deja de expresarse, deja de estar “encendido”) y, de forma natural, todos los mamíferos acaban por volverse “intolerantes a la lactosa”. Y quizá alguien se pregunte: ¿por qué, si la leche es un alimento tan completo, los mamíferos pierden tan pronto la capacidad de digerirlo? Probablemente, la respuesta tiene que ver con el elevado gasto metabólico que supone a la madre tener que fabricar una mezcla nutritiva tan rica y compleja, esfuerzo que puede asumirse durante un período breve, pero que no compensa cuando la cría puede buscar alimento por sí sola.

Todos los seres humanos no lactantes fueron intolerantes a la lactosa y, por tanto, no consumían leche (como el resto de los mamíferos) hasta hace unos 7.000-10.000 años. ¿Qué ocurrió entonces? Por aquella época entramos en el Neolítico, con el comienzo de las prácticas agrícolas y ganaderas. También por entonces apareció de forma estable en el genoma humano una mutación que permitía la expresión de la enzima lactasa durante toda la vida, y no sólo en los primeros meses. El disponer de rebaños y, por tanto, de leche, a la vez que la aparición de este cambio en el ADN, permitió a aquellos Homo sapiens mutantes alimentarse después de la lactancia con aquel mágico concentrado. Las consecuencias no se hicieron esperar: aquellos primeros “bebedores de leche” estaban mejor alimentados, más sanos, más fuertes, vivían más… y dejaban más descendencia. Justo lo que la selección natural necesita para funcionar. Hoy, se calcula que entre un 60 y un 80% de la población porta esta mutación que permite digerir la leche más allá de la lactancia. El resto de la población son los que conocemos como intolerantes a la lactosa.

Algunos todavía no estarán convencidos: pensarán que una “mutación” tiene que ser algo malo. Y que si fuera buena, los demás mamíferos también la habrían desarrollado. En primer lugar, quisiera aclarar que el término “mutación” simplemente significa “cambio en el ADN”, y que hay mutaciones perjudiciales y beneficiosas para el individuo que las experimenta; de hecho, si no fuera por infinidad de mutaciones sucesivas, los homínidos nunca se habrían separado del tronco común que, hace 8 millones de años, compartían con los antepasados de los chimpancés, y el Homo sapiens nunca habría aparecido. Por otra parte, sobre que los demás mamíferos no hayan estabilizado en su genoma una mutación como la nuestra, digamos que sin duda se debe a que ellos nunca han practicado la ganadería.


Así pues, puede ocurrir que la leche te siente fatal porque seas incapaz de digerir la lactosa, o quizá que te resulte un poco pesada porque tienes algún problema con la digestión de grasas (por cierto, la puedes tomar desnatada) o quizá, simplemente, no te guste su sabor… Pero no hay mayor problema. Beber leche no es obligatorio. No la bebas. Desayuna otra cosa. Pero decir que la leche es mala y habría que eliminarla de la dieta no sólo es mentira, sino también peligroso.

Al final, supongo que esto no es más que una moda, la menos original de todas: querer ser original, diferente de los demás. En fin, todos nos autoengañamos con lo que más nos apetece, pero de ahí a querer engañar a los demás, como hacen estos pseudo-nutricionistas de pacotilla, hay mucho trecho.

5 comentarios:

VictorJCid dijo...

Eres un talibán de la leche... Es incluso más complejo... Hay intolerantes a la lactosa prácticamente asintomáticos. En cualquier caso la naturaleza nos ha dado una solución para recalcificar nuestros huesos en caso de intolerancia: el yogur.

Oskar HR dijo...

Hola, Me presento. Soy Bioquímico Molecular interesado en muchos temas que no tienen que ver con mi trabajo y curioseando por la blogosfera me he encontrado con esta interesante entrada llamada "La leche que te han dado". Me ha parecido muy curiosa...pero poco rigurosa debo decir.
En primer lugar, me gustaría saber de donde has sacado la teoría esa de la mutación, alguna referencia, o si simplemente ha sido una intuición de esas que tenemos los de formación biológica (cuidado con las intuiciones...a veces fallan)
En segundo lugar, que bebamos leche en la actualidad, no quiere decir nada, ni mucho menos que estemos totalmente adaptados al consumo de leche. La leche que bebemos hoy en día esta licuada, diluida, emulsionada y pasteurizada o Uperizada. Vamos, que eso ni es leche ni casi es na. No dudo de su poder nutritivo, que lo tiene. Y de que a mucha gente le sienta genial...pero curiosea un poco por PUBMED y en las 10 primeras entradas tienes datos de primera mano que dicen, que incluso en las sociedades que llevan siendo pastores desde hace mas de 1000 años (centro sur de Asia) la tasa de tolerantes a la lactosa es de solo el 25% (en el mejor de los casos), que hay casi un 50 por ciento de intolerantes asintomáticos y otros tantos intolerantes o alérgicos a muchos componentes de la leche.
Que la actividad lactasa, decrece logaritmicamente con los años y no me entiendas mal. Nuestra edad de lactancia va mas allá de los 5 años si nuestras madres nos quisieran aguantar de una forma natural.

Ya te digo, no lo tomes como una afrenta, pero mejor se un poco mas riguroso con los datos que expones en lugar de formular teorías de mutaciones.

Chema dijo...

Estimado Oskar HR:
Gracias por tu aportación a Cellularium.
Antes de nada - y no por haberlo tomado como una afrenta -, debo decir que en Cellularium intentamos ser todo lo rigurosos que podemos: no nos "sacamos teorías de mutaciones" de ninguna parte; no seguimos "intuiciones de esas que tenemos los de formación biológica" (?); ni, en definitiva, exponemos peregrinas "teorías de mutaciones".
Una buena referencia para el artículo puede ser esta:
Nabil S. Enattah et al. "Independent introduction of two lactase-persistence alleles into human populations reflects different history of adaptation to milk culture". American Journal of Human Genetics, vol. 82, nº 1, pags 57-72; 2008.
Sólo un comentario final: el ejemplo que pones sobre una población que, tras 1.000 años de pastoreo, alcanza una tasa del 25% de tolerantes de lactosa, cuadra bastante bien con el hecho de que la evolución, con mucho más tiempo (8.000-10.000 años desde el Neolítico), alcance tasas de mutantes mucho mayores.
Un saludo.

Oskar HR dijo...

Hola Chema, siento que te haya molestado tanto el comentario, pero debo insistir en que aún con la referencia que has dado no se invalida mi comentario.
Por como expones el tema, no me parece muy diferente la adaptación del humano a la leche, que la adaptación de una bacteria a un antibiótico, y no por eso podemos aseverar que los antibióticos le sienten bien a las bacterias. la prueba es que en cuanto desaparece la presión selectiva (beber leche para nosotros)las mutaciones revierten y nos volvemos a hacer intolerantes con bastante facilidad.
Hay pruebas muy evidentes de que con el paso de los años, aparece una base de intolerancia a la lactosa y otros componentes de la leche en todos los humanos (a pesar de seguir siendo mamíferos).

Durante generaciones y culturas, se ha ido consumiendo la leche con asiduidad, pero no como tal leche, sino como fermentados, quesos, quefir, yogurt, etc. y creeme, no es lo mismo la leche como tal que los productos derivados (cosas de la fermentación).

A pesar de todo. bienvenidas sean las críticas en todos los aspectos. pues es este un tema en el que aún no se ha puesto de acuerdo la ciencia. Ya sabes que como digo Ortega y Gasset "Ciencia es aquello sobre cual cabe siempre discusión"

VictorJCid dijo...

¡Leches, qué tema más polémico! Para auténticos "nerds", lo mejor es que leáis esto: Olds, L. C., Sibley, E. Lactase persistence DNA variant enhances lactase promoter activity in vitro: functional role as a cis regulatory element. Hum. Molec. Genet. 12: 2333-2340, 2003. En lo referente a la expresión de la lactasa y asumiendo que tal es un factor determinante para la intolerancia en la edad adulta, ciertamente sólo una minoría parece llevar la mutación que mantiene niveles altos pasada la infancia. Como todo, me resisto a creer que la intolerancia a la lactosa pueda entenderse sólo considerando este factor genético. Ahora que está tan de moda el microbioma seguro que surge el tema de cómo la ingesta de leche condiciona su composición en la edad adulta y cómo esta contribuye a cierta tolerancia. Un experimento. Alimeta a ratones a base de leche en la edad adulto y estudia su microbiota intestinal respecto a una población control. Seguro que alguien lo ha hecho o está en ello...