jueves, 28 de abril de 2011

De Chernobyl a Fukushima. ¿La era de los mutantes?

Es difícil quitarse de la mente las imágenes de devastación del  terremoto y subsiguiente tsunami que asolaron el nordeste de Japón, ese cataclismo apocalíptico digno de los efectos especiales de las más aciagas producciones de este género en Hollywood, aunque desgraciadamente alimentando el tópico de que la realidad supera siempre a la ficción. Y esa terrible y alarmante secuela, el accidente nuclear de Fukushima. La lección que hemos aprendido es que toda seguridad es poca y que la poderosa tecnología que nos proporciona la cómoda sensación de que domesticamos la naturaleza nada puede contra los embates más fieros de ésta. La reacción social y política en todo el mundo, el miedo lógico al precio que puede costar la energía nuclear en el evento de una catástrofe de esta índole. Algo que, si me perdonan los expertos en estadística por tan pobre muestreo, parece ocurrir cada 25 años, pues ahora celebramos el cuarto de siglo del accidente de Chermobyl. En un blog de la revista Nature se utiliza Google Earth para estudiar de manera interactiva la densidad de población en torno a las centrales nucleares del mundo, lo que proporciona una idea de la tragedia humana que supondría un evento similar al acontecido en Fukushima o Chernobyl. No es cuestión de ser cenizo, sino de estar preparado.
La catástrofe nuclear se produce cuando bien errores humanos (Chernobyl) o bien daños causados por la furia de la naturaleza (Fukushima) compromenten la refrigeración de los reactores. Es cierto que un terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter no es probable en Alemania ni en Garoña... Ni un tsunami lejos de las costas, claro. Sin embargo, atención a esta imágen de lo que ha ocurrido hoy en Alabama, EEUU, una región fuera del área de influencia sísmica.
En efecto, se trata de un tornado, una tormenta brutal, un fenómeno meteorológico en toda regla. ¿Son las centrales nucleares a prueba de tornados? Pero si la naturaleza es irracional, peor son las guerras en las que la especie humana se enreda ¿Están las centrales nucleares diseñadas a prueba de conflictos bélicos? Qué respuesta cabe dar a esto cuando incluso ya hemos utilizado la bomba atómica y vivido épocas de carrera armamentística nuclear, como la 'guerra fría'. El hombre está cambiando la faz de la Tierra con su desarrollo y explotación sin límites (tala de bosques tropicales, consumo de todo el combutible fósil, cambio climático... Por nombar algunas lindezas). Es un hecho irreversible. Y ya sabemos la consecuencia que ello está teniendo y tendrá a corto plazo sobre la biodiversidad en el planeta. Pero... ¿y la vida en sí? En un escenario hipercatastrófico, ¿estaría amenazada la vida? La nuestra tal vez sí, en cuanto agotemos o contaminemos los recursos que nos mantienen, pero la vida en este planeta tiene comodines. Pongamos la amenaza de la radiactividad. Efectivamente, los efectos mutagénicos de las radiaciones son bien conocidos, pero la evolución de las especies, basada en un proceso de mutación y selección natural, se ha desarrollado siempre en presencia de mutágenos (radiación cósmica, ultravioleta solar, elementos radiactivos naturales...) y, sin duda, en cierta medida la presencia de estos mutágenos ha contribuido al ritmo evolutivo. Si incrementamos la presión selectiva sobrevivirán sólo los más fuertes, de ahí la pérdida de diversidad. Y los más fuertes ya están aquí. La bacteria Deinococcus radiodurans (en la imagen) y la arquea Thermococcus gammatolerans, como sus nombres indican, son microorganismos que aguantan sin apenas pestañear dosis de radiación 100 veces superiores a las necesarias para matar a un ser humano.
 El estudio de estos microorganismos se realiza con la esperanza de aprender a utilizarlos en procesos de descontaminación o al menos de conocer los secretos de su resistencia. Y de estos estudios deriva la sorpresa... Parece ser que su secreto no estriba en la resistencia a la mutación de su ADN, sino de sus proteínas, algo que tiene que ver con la acumulación de manganeso (Mn) en la célula. Con esto, el concepto de que el ADN es el que sufre el efecto de las radiaciones que tenemos los genetistas lleva un tiempo en la mesa de debate por culpa de estos bichos. Sea cual sea la causa de su resistencia, el caso es que su ADN es el as que la vida tiene en la manga para volver a empezar desde el principio en caso de que Fukushima se globalice.
Ya, ya sé que no va a ocurrir, no hay que ser tan catastrofista... Pero en estos tiempos siempre es bueno tener recursos. Por si acaso.

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