lunes, 13 de junio de 2016

¿Memorizar, aprender o navegar? La Universidad en un mundo hiperconectado

Llevo dos semanas en el entorno de Harvard, precisamente después de que el clímax de la ceremonia de graduación dejase paso a un hiato veraniego... Las calles de Cambridge (Massachusetts) dejan de ebullir con la vida estudiantil, pero en cada rincón de la ciudad sigue latiendo el pulso de la academia. Es la seña de identidad de esta ciudad. Ahora serán los turistas los que ocupen ese espacio que los estudiantes dejan vacante. Compran toneladas de merchandising académico en la COOP de Harvard Square y en los puestos callejeros de todo Boston.  En esto radica la diferencia sociológica clave entre la universidad española y los campus de Harvard o el MIT: el enorme reconocimiento social de la marca. Charlando con mis colegas y algunos paisanos que han estudiado aquí me hago a la idea de que esto es lo que garantiza la supervivencia de la propia institución: en efecto, los turistas compran sudaderas, camisetas, gorras, calzoncillos, mochilas, llaveros, imanes para la nevera y tazas de Harvard con el fervor que en nuestro país compran la misma mercancía del Real Madrid o del Barça. Es lo que vende.


¿Será que los niños aquí no quieren ser futbolistas sino ingenieros investigadores, médicos o abogados? No sé... Pocos lo conseguirán porque la admisión requiere un compromiso previo y una férrea determinación para el estudio que no es asumible por la mayoría de los adolescentes. Y dinero. Pero no siempre: me consta que muchos estudiantes son seleccionados y becados por las aptitudes mostradas en su currículum preuniversitario o en su entrevista o examen de ingreso. Eso sí, una vez dentro la rutina no se parece a la de la universidad pública española. Para empezar, aquí prácticamente todo el mundo obtiene un notable rendimiento académico. Nadie suspende y, si esto ocurriera, no te preocupes porque tu tutor te busca personalmente para preguntarte qué pasa contigo. No cabe el fracaso, simplemente porque nadie espera que el estudiante fracase y mucho menos él mismo (o ella, porque desde 1945 Harvard Medical School admite mujeres y en el s. XIX el Radcliffe College ya las admitía… ). Paseando por el campus te das cuenta de que todos los edificios tienen un nombre propio que, en la mayoría de los casos, no te sonará de nada. ¿Un científico famoso? ¿Un economista? Tal vez, pero no necesariamente. Se trata de mecenas cuasianónimos, pero siempre millonarios y siempre antiguos estudiantes, que donan fortunas para retroalimentar el prestigio de la marca. ¿Te imaginas a los millonarios españoles regalando una pasta a la universidad en la que estudiaron? (si algún millonario de la cultura del pelotazo ha estudiado, claro). En la cultura mediterránea los lazos familiares son sagrados. En la sajona, sobre todo a este lado del charco, lo son los académicos. Para un estudiante universitario español, el arquetipo de profesor es alguien distante que corregirá tu examen y tu objetivo es sisarle esos puntos aplicando la ley del mínimo esfuerzo. Uno de los alicientes de graduarse es perderles de vista para siempre. Para un estudiante de Harvard, el arquetipo de profesor es alguien que a pesar de su prestigio y reputación, dedica su tiempo a transmitirte ese conocimiento con paciencia y devoción. Aunque más que al profesor, a quien quedan agradecidos es a la institución en sí.
Este sistema con una tutorización más directa es el que tímida y torpemente el documento de Bolonia intentó implantar en Europa con estrepitoso fracaso. El fiasco se debe a que al menos en España se intentó implementar a coste cero y, en cualquier caso, cuando una generación más joven surgió con el potencial para aplicarlo, la crisis económica les cerró las puertas de la academia y de casi todo las demás... Veamos algunas cifras comparativas. UniversidadComplutense: más de 57.000 estudiantes de Grado, precio medio de matrícula 1.600 € (alojamiento y manutención por su cuenta), 4.671 profesores. Harvard University: 6.700 estudiantes de Grado, con un presupuesto anual por estudiante de 38.000 $ (57.000 con alojamiento y manutención), 5.900 profesores. Haced cuentas y hallad el ratio alumno-profesor. Es cierto que la mayoría de los profesores de Harvard se dedican a postgrado y el número de estudiantes de posgrado dobla al de pregraduados, mientras que en la Complutense los estudiantes de Másteres y posgrado son 10 veces menos, pero aún así… Ni tanto, ni tan calvo, que decía mi abuela. La universidad pública española es una especie de milagro, de multiplicación de panes y peces ad infinitum. Pero para que la universidad pública ejerza su labor con calidad y competitividad no son necesarias las cifras de vértigo de la élite académica de Harvard.
Sin embargo… ¿Es la excelencia universitaria un reflejo de la realidad social? Aquí mucho menos que en España, desde luego. Este es un país de contrastes: los centros de investigación en genética y evolución más punteros del mundo frente a una masa de adeptos al creacionismo; Harvard, Berkeley, Yale, Princeton, el MIT, baluartes de la élite cultural de un país cuyos ciudadanos en los cinco últimos años compraron 1.500.000 fusiles-ametralladora de asalto como el que utilizó el abominable asesino de la matanza de Orlando. Deben ser unos angelitos los americanos, en el fondo, porque imaginaos  qué carnicería supondría nuestro temperamento mediterráneo tan aficionado al crimen pasional (ahora llamado violencia de género) si en lugar de recurrir al cutre martillo, a la cobarde defenestración, al socorrido cuchillo de cocina o, en el mejor de los casos, a la escopeta de caza del abuelo, una de cada doscientas personas (una de cada 50 familias) tuviera un rifle-ametralladora, anecdóticamente comprado en los últimos cinco años.
En fin, volviendo a la pacífica academia, ya que esta vez para variar la matanza no ha sido en un campus universitario, me cuentan que en Harvard empollar para los exámenes no es lo rutinario. No se trata de llenarte la cabeza de fórmulas, teoremas o leyes: se trata de saber buscar, gestionar y comunicar la información. Para ello disponen de bibliotecas faraónicas, salones neogóticos con sofás de cuero y chimeneas encendidas en invierno abiertas las 24 horas del día a su entera disposición. Cuando las clases son lecciones magistrales, disponen al finalizar de un profesor de apoyo cada cuatro alumnos para debatir sobre la clase o reforzar sus contenidos. Los apuntes no sirven para nada. El estudiante debe ir a las fuentes, buscar, indagar, “hacerse a sí mismo” en el más genuino estilo americano. Quien destaca no es quien encuentra el libro y se lo aprende de pe a pa, sino quien sabe en qué página de qué libros están las claves para dar una respuesta creativa a las tesis propuestas por el docente. Oh, maravilla.
Si hace 20 años estas estrategias de aprendizaje eran una mera alternativa a una educación superior fría y escolástica que funcionaba con sus luces y sus sombras, pero funcionaba, hoy son una necesidad y una demanda social incuestionable. La culpa es de “la red”.
Internet ha cambiado nuestra manera de acceder a la información y a la desinformación. A lo que se suma el efecto que las redes sociales han cambiado la manera de relacionarnos. Todo esto nos abre unos horizontes y un abrumador espacio, siempre virtual, a las relaciones humanas y al legado cultural de la raza humana. Pero ¿quién no se ha quedado delante del navegador en blanco, sin saber qué buscar? El exceso de información atrofia la curiosidad. Además, adentrarse sin carta de navegación en un océano global de información sin límites puede ser peligroso. De ahí que la labor docente en los centros de enseñanza debe, primero, tener un componente humano, una dimensión moral, de transmisión no tanto de conocimiento, sino de actitud hacia el conocimiento y su utilización según valores éticos. Y, en segundo lugar, en nuestros días, debe ser la carta de navegación que ayude al estudiante a llegar a puerto, a distinguir la ciencia de la paraciencia, las hipótesis vigentes sobre la estimulación de la respuesta inmunitaria frente a las arengas catastrofistas de los antivacunas, por poner un ejemplo en que internet a menudo desinforma.
En este contexto, voy a destacar un ejemplo del potencial que tienen las nuevas tecnologías de la comunicación para ejercer de carta de navegación con un criterio científico a la vez que lúdico e incluso aventurero, en el que he participado recientemente. Reconozco mi escepticismo inicial ante la idea del Profesor Ignacio López Goñi, de la Universidad de Navarra, responsable del blog microBIO, de hacer un curso masivo on-line (MOOC) sobre Microbiología por Twitter. Con el apoyo del grupo de Difusión y Docencia de la Sociedad Española de Microbiología, reclutó a 30 profesores y cada uno de nosotros preparamos una clase en 40 tuits sobre bacterias, virus, hongos, biotecnología, infecciones, fermentación, fisiología, etc., etc. En contra de mis expectativas, desde la primera clase me enganchó: estábamos conectando en directo con un montón de alumnos virtuales curiosos por la ciencia en diversos lugares del mundo. El profesor había seleccionado material validado por sus conocimientos científicos, pero divulgativo y a menudo entretenido, intentando sorprender en cada tuit. El resultado son cientos de píldoras de conocimiento con otros tantos de enlaces a páginas, imágenes, webs y videos sobre microbiología que, acabado el curso, ha quedado recopilado en Storify. Quienes lo hemos seguido hemos aprendido y hemos disfrutado. Todo ello gratis y dando un ejemplo espontáneo de lo que los especialistas en educación me consta estudian como nuevas técnicas pedagógicas, aquí en Harvard y en muchos otros sitios… Se habla de “gamificación” de la enseñanza, aprender jugando sobre soportes audiovisuales e interactivos.

Tranquilos, Sócrates, Unamuno… La oratoria no ha muerto, simplemente se propaga por fibra óptica. Además, por mucho que nos empeñemos en automatizar el contacto humano, la experiencia real no es como la virtual. Como realmente se aprende es por imitación. Y para eso hay que establecer contacto directo con el maestro. No podemos estar siempre navegando. Hay que tocar tierra de vez en cuando y poner los pies en el suelo.

Decía un maestro zen japonés, el bueno de Eihei Dogen, mi lectura-evasión favorita para el verano, que la única manera de alcanzar el conocimiento (para él era la iluminación, pero ¿qué es el conocimiento científico sino la búsqueda de la verdad?) es encontrar la guía de un maestro, que debe ser “un hombre o un mujer fuerte”, “de gran experiencia”, que haya alcanzado el conocimiento pleno (esto es mucho pedir) y que esté dotado del “espíritu del zorro salvaje”, al que se supone inteligente y astuto. Si llegáis a este puerto, sea de forma real o virtual, sea en Harvard, en las calles del mismo Bilbao, en Badalona o en Vallecas, dejad de navegar y echad el ancla.   

lunes, 30 de mayo de 2016

CRISPRación en Boston

Llevo solo 24 horas en Boston, que sumadas al jet lag se me han hecho larguísimas… A lo que se suma el hecho de que hoy es fiesta y no he podido hacer nada útil. Un lluvioso Memorial Day. Os ofrezco esta imagen tomada en el Boston Common que ilustra el patriotismo de estas gentes más allá de las palabras. Si esto es así, no me pierdo los fuegos artificiales del próximo 4 de julio.

Tras pasear por Harvard Medical School, el Museum of Fine Arts, Northeastern University, Boston Symphony, Berklee School of Music, Boston University, y luego cruzar el Charles River (un río llamado Carlos, que diría Dámaso Alonso) hacia Cambridge para perderme por los campus del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y Harvard, mi primera impresión es que Boston es una suerte de Alejandría de la era contemporánea. Bibliotecas como templos y modestos sabios encerrados en sus laboratorios, amparados por mecenas multimillonarios o por las fundaciones creadas por sus viudas. La tasa de Nobeles per capita debe ser muy alta por estos lares, pero lo que se percibe son millones de dólares invertidos en arte, cultura y, sobre todo, ciencia y tecnología, que es lo que retroalimenta los millones de dólares. Si no fuera porque hay un homeless pidiendo a la puerta de cada Starbucks diría, con fundamento, que el capitalismo cobra sentido tan solo con cruzar el charco. Les falta el famoso faro de Alejandría… ¿o no? Chiquitín y pintoresco, dicen que en la bahía, en Little Brewster Island, está el faro más antiguo de Norteamérica, que cumplirá trescientos años el próximo 14 de septiembre.
Pero la idea de este blog es divulgar ciencia. Don’t worry… Aunque aún no he entrado en contacto con mis objetivos científicos, en la mesilla de la habitación de mi hotel en Fenway Park había una copia de la revista “Boston” donde aparece un artículo muy ilustrativo de cómo la Ciencia forma parte de la estrategia de marketing turístico de la ciudad. Sorprendentemente, hablan de la vanguardia en herramientas de Biología Molecular: la aplicación del sistema CRISPR-Cas a la edición de genomas… Algo frívolo para la mesilla de noche de un hotel, páginas que en nuestro entorno estarían dedicadas a temas taurinos. Así de friquis son en la moderna Alejandría.
¿Qué es el sistema CRISPR-Cas? Es milagroso. Es la panacea: si lo dices varias veces seguidas sin respirar te quita la carraspera. En primer lugar tiene una importancia capital como gran descubrimiento para la biología del s. XXI. El sistema CRISPR-Cas es el “sistema inmunitario” de las bacterias. Resulta sorprendente que organismos tan sencillos como las bacterias tengan algo parecido a una memoria inmunológica, pero es así. A-lu-ci-nan-te. CRISPR significa clustered regularly interspaced short palindromic repeats y es el nombre que tienen unas zonas del genoma de muchas bacterias que es como una “colección” de secuencias de ADN complementarias a genomas de virus bacteriófagos. Cuando una de estas bacterias es atacada por un virus y sobrevive (las bacterias tienen sus propias infecciones: nadie se libra del ataque de los virus), es capaz de guardarse en estas islas de su genoma un trocito de la secuencia de ese virus, a modo de “trofeo”. En el evento de una infección vírica, el estrés hace que la bacteria produce en ristra el repertorio de trocitos de antiguos virus que guarda en los CRISPRs. Pero lo hace una manera muy inteligente: los transcribe a RNA antisentido, es decir, los expresa “al revés”, generando una cadena de RNA complementaria al genoma de los virus. Como sabéis por vuestra culturilla molecular general, el DNA es una cadena doble, que se genera por complementariedad de bases A-T y G-C, pero el RNA sólo es funcional portando mensajes como cadena sencilla. La presencia de una cadena complementaria a su secuencia generará estructuras dobles que interferirán con la expresión de los genes del virus, inhibiendo su ciclo replicativo. Pero además, Cas9 (de CRISPR-associated) es uno entre varios (el noveno) de los genes cercanos y accesorios a esta colección de trofeos que busca esas estructuras dobles de RNA y, en caso de que se generen, las destruye. Genial.

¡Que descubran ellos! Esta frase de Unamuno ha sido sacada de contexto para criticar el carácter pasivo de la I+D española muchas veces. Pero en este caso parece que la hubieran debido pronunciar aquí en Boston, o acaso en Berkeley. Quien descubrió los CRISPRs fue el bueno de Francis Mojica en la Universidad de Alicante, hurgando en las entrañas de bacterias halófilas de las salinas de Santa Pola, siguiendo la tradición de Paco Rodríguez-Valera, pionero en el estudio de bacterias adaptadas a ambientes extremos. Leed la historia  (cuando salga en junio) en la entrevista que Manuel Sánchez Angulo le hizo para SEM@foro, revista de la SEM.
Sí, ya habíais oído hablar de los CRISPRs porque el prestigioso Premio Princesa de Asturias de Ciencias en 2015 fue otorgado a dos científicas: Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, por su descubrimiento y todo el mundo piensa que en este caso, sí, es la antesala del Nobel. Pero, si el hallazgo lo hizo Francis poco a poco a lo largo de 20 años, ¿qué han hecho ellas? He escuchado a Charpentier en congresos y tengo que decir que le falta sal. Debería ir a Santa Pola de vacaciones. El descubrimiento de estas científicas en realidad es la parte aplicada de esta historia. Ellas se dieron cuenta de que con un patrón de secuencia (el RNA de los CRISPRs) y unas tijeras (Cas9) podían cortar el genoma en una célula viva por donde querían y lo demostraron utilizando bacterias. El delirio (y la carrera hacia el Nobel) comenzó hace un par de años, cuando alguien se da cuenta del potencial que esto tiene para editar genomas superiores, como el humano, sin ir más lejos. Aquí se sube al carro Boston y alrededores.

El prodigioso Feng Zhang, del MIT, y su colega George Church (Jorge Iglesias, pasado por el traductor de Google, aunque no es hijo de Julio, y tú lo sabes... Nada más verle la barba hipster-darwiniana), compiten por demostrar por primera vez la aplicación de esta herramienta en células humanas en cultivo y comienza un contencioso de pleitos por la patente, potencialmente billonaria. En medio de la refriega, Eric Lander, uno de los gurús del Proyecto Genoma Humano, que tiene la virtud de que lo que dice va a misa, publica un artículo de opinión en Cell, ni más ni menos, titulado “Los héroes del CRISPR” que viene a reconocer a Francis Mojica y Alicante como la cuna intelectual del CRISPR, como corresponde, en un polémico mapa. 

Pero, estando Francis y la investigación básica en general, fuera de juego para lobbies, Nobeles y patentes, muchos opinan que el artículo de Lander, a la sazón director del Instituto Broad donde trabaja Zhang, es una sutil estratagema para quitar peso a las meritorias damas, Doudna y Charpentier, y poner a su protegido en la pole position para la carrera hacia el Nobel.
Así están las cosas. Church habla, entre otras fruslerías, de usar la tecnología CRISPR para traer a la vida a los mamuts casi como una realidad inmediata, implantando embriones “editados” en hembras de elefante asiático. También Propone editar mosquitos para acabar con la malaria. Zhang y Church crearon EditasMedicine con un capital de 163 millones de dólares para curar enfermedades genéticas usando esta tecnología, empresa de la que se desligó la propia Doudna, cabeza de Intellia Therapeutics (bonita web), con 85 millones, mientras que Charpentier parte con 89 milones en CRISPR Therapeutics. Las tres empresas están ubicadas en Cambridge, Massachusetts, es decir, el entorno Harvard/MIT, aunque la última, como Emmanuelle es francesa aunque trabaja en Alemania, tiene la sede en Suiza y sólo una “sucursal” en Cambridge: la moderna Alejandría… Qué distinto este discurso tan optimista del discurso sereno que escuché a Lluis Montoliú, otro excelente científico pionero en el uso de los CRISPRs en España en investigación sobre enfermedades hereditarias humanas quien, sin desdeñar el enorme potencial del sistema y lo que está por llegar (hasta ahora sólo se ha explotado el sistema de una bacteria, pero hay ¡cientos!), destaca las enormes limitaciones que aún tiene en la práctica trabajar con él. La principal es que el sistema dirige de forma muy eficiente las tijeras Cas9 a una secuencia concreta del genoma, pero es aún bastante imprevisible cómo la célula va a reparar dicho corte. Por tanto, es difícil “hilar fino”.
También están los comentarios apocalípticos, como relata mi lectura de mesilla de noche… David Baltimore, el padre de la virología moderna, que ya debe tener sus años, puso sobre la mesa en un reciente congreso el “mundo feliz” de Aldous Huxley, pensando en que si de verdad es posible en un futuro editar genes a la carta, habrá que pensarse mucho “cómo y cuándo proceder a una modificación consciente del genoma humano”. ¿Ciencia-ficción? De momento hay bastante ciencia y bastante fricción, también… Estaré al tanto para contaros novedades al respecto, ya que estoy de paso por el ojo del huracán.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Investigación de la enfermedad infecciosa: la bolsa o... ¡la vida!

Estos días estoy un poco infeccioso... Y no sólo por el catarro primaveral. En primer lugar, se están tratando los temas de infección, patogenicidad y virulencia microbiana en #microMOOCSEM, el fabuloso curso abierto de Microbiología impartido por las redes sociales, una iniciativa de @microBIOblog y el grupo de Docencia y Difusión de la Sociedad Española de Microbiología (D+DSEM), que merecerá comentario aparte cuando acabe el curso la primera semana de junio. En segundo lugar, llevo un par de días involucrado en un panel de evaluación de la convocatoria Infect-ERA: proyectos de investigación internacionales sobre enfermedades infecciosas.

Esta tarea es una de las más arduas entre las múltiples que debe llevar a cabo un investigador: prestarse como "experto" a las agencias de financiación públicas para evaluar los proyectos que tus compañeros de profesión presentan a las convocatorias. Por supuesto, para participar no puedes haber concurrido a la misma convocatoria y debes firmar una declaración en la que consta que no tienes conflicto de interés con los científicos a quienes vas a evaluar, así como una cláusula de confidencialidad. Top secret. Ética y formularios aparte, es una enorme responsabilidad juzgar con la máxima objetividad el currículum, el trabajo y las propuestas para el futuro de científicos mucho mejores que uno mismo, pero también es un privilegio conocer de primera mano tantas buenas ideas, así como las tendencias y las "apuestas ganadoras" en investigación. Suele ser además un excelente foro para las relaciones sociales, donde conoces a colegas a quienes te volverás a encontrar en congresos y con quienes seguramente entablarás amistad. Sin embargo, el retrogusto con el que uno sale de estos "paneles de evaluación" de becas y proyectos es siempre amargo. Os diré por qué.
El programa Infect-ERA está integrado por 14 agencias de 11 países. A pesar de estar concebido en los pasillos de la Unión Europea, tiene grandes ausencias, como el Reino Unido e Italia, por ejemplo, lo que compensa con algunos invitados-satélite, como Israel e India. El programa invertirá unos 10 millones de euros para proyectos a desarrollar en tres años, de los cuales algo más de un millón es español, aportado por el MINECO y el ISCIII. Se han presentado a la convocatoria 120 proyectos, cada uno de ellos constituido al menos por tres grupos de investigación de dos países distintos, que proponen tareas complementarias y coordinadas para abordar un problema determinado relacionado con el estudio de las enfermedades infecciosas con el objetivo más o menos cercano de mejorar el diagnóstico precoz y el tratamiento. Casi todos son buenos, la mayoría son muy buenos y unos cuantos excelentes. Su objetivo es salvar vidas o, como poco, aumentar su calidad. Cada solicitante pide más o menos una media de un millón de euros para financiar la investigación de todos sus socios durante tres años. Dados los costes de la contratación de investigadores o técnicos y que la investigación basada en las últimas tecnologías no es barata, se trata un cálculo realista tirando a austero. Pues bien, de esos 120 se financiarán unos 10 proyectos. ¿Imagináis la desolación que causa ver cómo decenas de proyectos de investigación excelentes firmados por los mejores investigadores del mundo en su campo se quedan fuera? ¿Cuántas vidas más estamos salvando o perdiendo acaso si dejamos fuera a uno u a otro? Amargo. Impotencia. Lástima no ser ni Bill ni Melinda Gates para sacar un maletín y dárselo a de Guindos y sus homólogos franceses, portugueses, alemanes, daneses, polacos, etc. etc. para sacar adelante esos proyectos. Desde este lado del espejo me doy cuenta de lo privilegiados que fuimos hace unos años cuando disfrutamos uno en mi laboratorio.
No puedo revelar ni una palabra de esos proyectos, pero sí os puedo contar, para compartir este estado de desolación, que en un debate sobre líneas prioritarias para futuras convocatorias (si la UE no elimina este programa, tal como amenaza) hemos hablado de avanzar la investigación de frontera en medicina personalizada, modulación del microbioma, estudio de la respuesta inmunitaria frente a la infección, diagnósticos innovadores, biomarcadores pronósticos y tratamientos eficaces o novedosos para enfermedades víricas (hepatitis, rabia, gripe, dengue, zika, ébola...) o bacterianas (septicemia, neumonía, infecciones hospitalarias causadas por patógenos mutirresistentes) o fúngicas (candidiasis, aspergilosis), lo que incluye cualquier amenaza emergente de naturaleza infecciosa para la salud humana . La tuberculosis, la malaria, el VIH y la resistencia a antibióticos tienen sus propios programas internacionales, dada su importancia, pero... ¿Se está invirtiendo lo suficiente en investigar otras infecciones? Y, sobre todo, ¿se está invirtiendo en investigación básica? En tiempos de crisis se ha favorecido la investigación "traslacional", la que produce un beneficio de inmediata aplicación. Pero sin descubrimientos científicos de base no hay aplicaciones posibles. Uno de los evaluadores de mi panel traía a colación de esto la metáfora del grano. Si nos comemos todo el grano y no guardamos una parte de la cosecha para sembrar, el año que viene nos moriremos de hambre.

lunes, 16 de mayo de 2016

Informe COTEC 2016: Quo vadis, Hispania?



¡Hola!

Regreso a Cellularium con un espíritu más dinámico. Voy a utilizar este foro como diario de viaje durante mi estancia sabática en Harvard, con el ánimo de compartir toda la Ciencia y la experiencia vital que espero adquirir. Acompañadme durante los próximos meses por este viaje divulgativo virtual. TENGO que contarlo. Mi conciencia así lo dicta… Es lo mínimo que puedo hacer, ya que al fin y al cabo sois los contribuyentes quienes subvencionáis con vuestros impuestos mis actividades profesionales. Precisamente quiero empezar esta nueva etapa escribiendo sobre política I+D.

Sí, lo siento… En efecto, yo también estoy harto y decepcionado, pero mi asistencia al acto de presentación del Informe COTEC la semana pasada, sólo dos días antes del quinto aniversario del 15-M, ese reconocido punto de inflexión en la política española (decían) me impulsa a anteponer la política científica a la Ciencia en sí. La cuestión clama al cielo. Intentaré no obstante tratar el tema lo más objetiva y rigurosamente posible.

El informe COTEC, una memoria analítica de la actividad I+D+i y parámetros afines en España es un documento interesantísimo que permite conocer la evolución de la financiación en eso que llamamos “Innovación Científica y Tecnológica”. A la presentación del informe que, en consonancia con los tiempos que corren en este campo luce un hermoso diseño negro (así con la debida ironía lo introdujo Jorge Barrero, director de la Fundación) asistieron diversas personalidades de la vida política, así como S.S.M.M. el Rey Padre y el Rey hijo. La más salada y espontánea fue una conciliadora Manuela Carmena, en su papel de anfitriona, que vino a decir que para innovar basta con tener imaginación y que eso aplica a la política como a cualquier otra ciencia. Sencillo pero efectivo. Ahí queda eso. Cristina Garmendia, exministra de aquellos tiempos en que existía un Ministerio de Ciencia e Innovación y a la sazón Presidenta de COTEC, en un papel más responsable presentó los datos del informe y vino a dejar al respetable y encorbatado público el take-home message de “que no nos vendan una recuperación económica sin inversión en I+D, porque no es sostenible a medio y largo plazo”. No puedo estar más de acuerdo, porque los datos del informe son estos:

§         El gasto en I+D en España en 2014 disminuyó un 1,5% respecto a 2013. Se mantiene una tendencia que comenzó en 2008, cuando tras varios años de subida cayó en un 6% mientras países como Reino Unido, Italia, Alemania o Francia aumentaban entre el 12 y el 30% el mismo concepto. Sufrimos mucho cuando perdemos la Eurovisión y la Eurocopa, pero ¿no somos conscientes de esto?

§         El número de investigadores en el sector público y la enseñanza superior ha caído un 17,2 y un 11,5% respectivamente desde 2010. En 2014, teníamos una media de 7,9 investigadores por cada 1000 empleados (Francia: 9,9; Reino Unido: 8,9).

§         En 2014 había un 32% menos de empresas que realizan I+D que en 2008. Curiosamente, el gasto en I+D empresarial lo soportan las PYMES en un 46,3%, mientras en Alemania son las grandes empresas las que corren a cargo del 89% de la inversión en este capítulo… Probablemente las mismas que aquí producen más barato.

§         Los Presupuestos Generales del Estado y de las CCAA en I+D+i llevan sin incrementarse desde 2011, cuando dejaron de bajar estrepitosamente. Se han quedado estancados en los niveles que teníamos en 2006.

§         En cuanto a resultados científicos, aportamos el 3,3% de la producción científica mundial, la mitad más o menos que Alemania. No está mal para lo que invertimos, desde luego, pero el número anual de patentes ha bajado un 60% desde 2008.

§         En definitiva, el “Índice COTEC”, un parámetro consensuado por un panel de expertos como indicador global de la salud de nuestra inversión en I+D+i (buena si es positivo, mala si es negativo) recupera los niveles de… 2002. En negativo, claro. Bravo.

La presentación terminó con un cabal discurso de Felipe VI, bien argumentado, pero que en sus últimos párrafos se convertía en algo así como “populismo regio”. Conociendo bien nuestra psicología, pretendía alentar a los habitantes de su Reino a investigar e innovar estableciendo un paralelismo entre la investigación y el deporte. El argumento era que si hemos conseguido ser una potencia mundial en el mundo del Deporte, ¿por qué no aplicamos el mismo tesón en convertirnos en una potencia científica y tecnológica? El engaño de este argumento es que, según expuso el monarca, solo algunos privilegiados poseen las cualidades físicas o intelectuales, respectivamente, para llevarnos al podio olímpico o al Nobel de Química, pero que apoyándoles entre todos conseguiremos llegar como país a poner la bandera entre los mejores. Muy bonito como discurso, pero un tanto falaz. En realidad, cualquier fulano normal puede ser un deportista de élite o un científico excelente si entrena o estudia, respectivamente. Lo que necesita es voluntad, la imaginación a la que apelaba Carmena y, en efecto, el apoyo del sistema. Si los españoles invirtiéramos en investigación científica y tecnológica lo que invertimos en fútbol, tanto en capital como en devoción popular, seríamos una primera potencia. También podía haber puesto el ejemplo de la gastronomía, pero no lo hizo. Mientras no sea así, solo voluntades férreas o, en efecto, “mentes maravillosas” serán campeonas de deportes “menores” como el lanzamiento de jabalina o, por ejemplo, científicos de reconocido prestigio internacional. Sin el apoyo de la sociedad, no vamos a ninguna parte. Lo digo desde la mediocridad, que ya es bastante meritoria en estas circunstancias... ¡Y a mucha honra! Sin dopaje, la excelencia se vende muy cara en estos tiempos.
Os invito a hacer un experimento curioso cuando salgan los programas electorales de los principales partidos en pugna. Vamos a establecer el “indice de voluntad política” (IVP) en estos ámbitos. A ver si alguien tiene al menos el impulso de sacarnos de esta miseria innovadora. He intentado acceder a los programas del pasado 20-D, ya que los nuevos no van a ser muy distintos, pero los han quitado de la web. Muy cosmético. En fin, la idea es ver cuántas veces se mencionan las palabras “Investigación”, “I+D”, “Innovación”, “Educación” y “Universidad” en los programas electorales. El IVP para cada concepto se calcula dividiendo el número de veces aparece cada término por el número total de páginas del programa. Habrá que aplicar un factor de corrección en función del número medio de palabras por página de programa. El método de análisis es papel y boli y la herramienta “buscar” de tu navegador o tu Adobe Reader. El IVP tiene sus sesgos, lo sé… Porque lo importante no es cuántas veces lo dicen, sino lo que dicen… Pero olvidemos las ideologías y obtengamos un parámetro objetivo sobre si estos temas están en su agenda.  Cuando salgan los programas lo hacemos. Va.

martes, 1 de diciembre de 2015

Cellularium contraataca: Día Mundial del SIDA 2015

Hoy, años después, vuelvo a escribir en este blog con la intención de compartir pequeñas inquietudes y conocimientos. La rutina diaria es tan intensa... ¡Hay tanto que descubrir y tan poco tiempo! Los colegas con los que comenzamos Cellularium hace unos años andan dispersos en miles de pequeños proyectos o concentrados en la supervivencia. Tengo el privilegio de trabajar en Ciencia, algo que no nos han puesto fácil últimamente por estas latitudes (léase por ejemplo este artículo de El País o cualquiera de estos) y la vocación de compartir mi experiencia con quienes no tienen esa oportunidad o piensan (probablemente de manera errónea) que la Ciencia está más allá de sus posibilidades. No es que vea luz al final del túnel pero sí que creo que es el momento para un cambio de actitud, más constructivo, en el que fomentar el espíritu crítico y racional contra los mensajes de lo irracional que nos inundan en situaciones desesperadas es más necesario que nunca. Nuestro entorno fomenta la apatía, incluso el miedo, pero tener las manos en los bolsillos o los pelos de punta no implica tener la mente atrofiada. Despierta tus neuronas.

Dos señales me han impulsado a reflotar Cellularium en esta "nueva temporada"con una actitud más personalista, con el foco en el día a día de la actividad de un investigador:
  • La primera, una cita de Schröedinger, el gran físico y divulgador, que cayó en mis manos por casualidad, de su libro Science and Humanism, que viene a decir algo así como "Si no puedes, a la larga, contarle a todo el mundo lo que has estado haciendo, es como si no hubieras hecho nada".
  • La segunda, una conferencia de Ángela (conCIENCIAdos y otros proyectos divulgativos y educativos), una ex-estudiante entre cientos, ya miles, a quien acaso he dado clase hace años, que el otro día en la Fundación Ramón Areces exhortó a los jóvenes investigadores a divulgar, no tanto como parte intrínseca y necesaria de su profesión, sino por la propia satisfacción de contribuir a educar a la sociedad en los valores científicos. Me inspiró una profunda admiración y una sensación entre vértigo y orgullo pensar que de nuestras aulas universitarias surgen espíritus tan inquietos y constructivos.
Heme aquí pues, pasados los años, cuando mi carrera científica llega quizás a un culmen, quizás a un vacío, quizás a un declive imparable. En cualquier caso, vista desde las canas, toda esa pasión, ilusión y emoción que cristalizan en un proyecto científico dejan de tener valor si te encierras y obsesionas en él, pero lo adquieren y multiplican cuando puedes comunicarlo, transmitirlo, transferirlo.

No voy a hablar de mi experiencia, pero sí desde mi experiencia. No voy a rebatir la opinión de nadie, pero sí voy a dar mi opinión, que ya anticipo es la de un científico y un librepensador, es decir: nunca os creáis nada de lo que os nadie... Tampoco yo: contrastadlo. No voy a intentar convenceros sobre una "verdad" que yo vislumbro, sino invitaros a construir la verdad con vuestros propios criterios. Cuestionadlo todo y llegad a vuestra propias conclusiones.

Hoy, por ejemplo, se ha celebrado el día mundial de SIDA, precisamente cuando los epidemiólogos nos avisan de que se incrementa la incidencia de la enfermedad en nuestro entorno. ¿Por qué? El Virus de la Inmunodeficiencia Humana VIH-1 es, desde que se declaró la pandemia global en los 80, uno de los virus que mejor se conocen a nivel molecular, a pesar de su complejidad. Se invirtieron toneladas de dólares en desarrollar vacunas y tratamientos. Lo primero no tuvo éxito... Generar inmunidad contra un virus hipervariable que ataca específicamente al corazón de nuestro sistema inmune, los linfocitos T CD4+, no es moco de pavo. Lo segundo sí: aunque el SIDA no se puede curar, se puede frenar su progresión mediante una terapia combinada y costosa que debe tomarse de por vida. Precisamente el punto débil del virus es precisamente su excepcional biología, que nos proporciona "dianas" a la que los farmacólogos pueden dirigir sus "balas mágicas", que diría Ehrlich, como la transcriptasa reversa, una enzima capaz de copiar las cadenas de RNA a DNA, justo lo contrario que hacen nuestras células cuando leen el mensaje de sus genes.  Esta terapia transformó la pandemia en una endemia, es decir, una amenaza sólo a nivel local, en el tercer mundo, donde esos medicamentos no llegan.
¿Qué está fallando? En ausencia de una vacuna, la única prevención posible está (1) en el control de los hemoderivados, que está al orden del día en los países civilizados y no depende de tu actitud, sino de la de tu sistema sanitario, y (2), sobre todo, en las barreras que pongamos a la transmisión sexual. Esto es, por desgracia, lo que estamos descuidando y esto sí depende de tu actitud. Sexualidad saludable, uso de preservativos en relaciones de riesgo, e incluso fármacos preventivos cuya distribución en nuestro entorno es limitada (la famosa pastilla del día antes), indicados quizás en relaciones homosexuales. Nada es infalible, pero superados con creces aquellos años 80 de la "movida" (oh, nostalgia) en los que compartir jeringuillas no se concebía por ciertos colectivos como una situación de riesgo (por ignorancia, porque la hepatitis B era bien conocida) y el virus campaba a sus anchas, reforzar las barreras en transmisión sexual está en nuestras manos. En España se estima que hay 130.000 seropositivos, un tercio de los cuales no lo sabe. ¿Alguna duda? Yo te hablaré de investigación en vacunas y fármacos. Pero en el lado práctico, organizaciones como stopsida tienen más información. Esperemos que el próximo 1 de diciembre tengamos mejores noticias.
Imagen: El VIH en sangre, en "Relatos Microscópicos", de Editorial Hélice. Ilustración para el cuento "Una Batalla Perdida", de la viróloga Esperanza Gómez-Lucía.

sábado, 22 de septiembre de 2012

La vacuna del papiloma: Ciencia, conciencia y paciencia.



Me llega una iniciativa desde Bruselas sobre un concurso entre estudiantes que busca ideas para promocionar y divulgar el uso de las vacunas. Excelente, pero…¿A qué viene esa preocupación en el siglo XXI, cuando Jenner ya pasó lo suyo en el XVIII-XIX convenciendo a la gente de que en la zona ulcerada por la viruela vacunal no les iba a crecer un cornúpeta. Y les convenció… ¡a pesar de no tener ni más remota idea sobre la base científica de aquel milagro!
He aquí un debate paradigmático de estos tiempos que corren en los que los avances de la ciencia se encuentran a menudo de frente a retractores recalcitrantes: las vacunas y, como ejemplo entre ejemplos, la del virus del papiloma humano (VPH), que lleva un tiempo de moda.
Nature publica un suplemento especial estos días sobre lo que ha dado de sí la investigación en este tema. Lo encabeza diciendo que, si bien hay muchos interrogantes abiertos, “es tentador calificar la historia del VPH como un triunfo de la Ciencia, puesto que se han tardado sólo 30 años desde el descubrimiento de que el virus estaba tras la mayoría de los cánceres de cérvix hasta la comercialización de una vacuna. Treinta años puede parecer mucho –o no para los virólogos, pero es un tiempo relativamente corto desde la perspectiva de la investigación del cáncer, por ejemplo, puesto que la clave para prevenir otro tipo de tumores de origen no vírico no parece tan inmediata. 
Por tanto, en el lado de la luz, la comunidad científica, orgullosa de haber generado una vacuna útil en la prevención de un cáncer que afecta a medio millón de mujeres anualmente en el mundo. Eso sí, hay dos vacunas en el mercado producidas por compañías rivales que se tiran de los pelos por llevarse los laureles (y los dólares). PATRICIA prefiere la bivalente a la tetravalente. No, PATRICIA no es una adolescente caprichosa, sino un reciente estudio sobre la eficacia de las dos vacunas (PATRICIA: Papilloma TRIal against Cancer In young Adults). En lo que no se ponen de acuerdo las multinacionales es en lo más urgente… ¿Quién llevará una vacuna tan cara al tercer mundo, donde la mortalidad por esta causa (y otras) es mucho más elevada? Paciencia. 
Pero quedémonos con la gloria científica… Una partícula viral hueca, no infectiva, inofensiva, producida por la ultra-beneficiosa levadura (pan, vino, cerveza, vacunas… ¿Qué más queremos de nuestro pequeño aliado?), pero inmunogénica, es decir, que prepara y estimula a nuestro sistema inmune… Un retrato robot perfecto, que le pone cara al enemigo. Se va a enterar el virus de verdad cuando llegue, chicas. No os pillará desprevenidas: tendréis un arsenal de anticuerpos a su medida.
En el lado oscuro (y oscurantista), las asociaciones anti-vacunas, tan prolíficas en Internet (ver, por ejemplo, la AAVP, muy currada, por cierto). En estas páginas se narran episodios fatales acaecidos a las personas vacunadas que pondrían los pelos de punta al propio Jack el Destripador. Pero la relación causa-efecto entre la administración de la vacuna y la patología subsiguiente en estos casos aislados no es fácil de probar científica ni jurídicamente. A mi bisabuelo Fanfán le dio una trombosis tras recoger la correspondencia en el buzón y, aunque tengo cierta manía a ese tipo de buzones en virtud del trauma infantil que la noticia me produjo, mi pensamiento racional me dice que ambos eventos no guardaban relación (por mucho que el bueno de Fanfán falleciera maldiciendo al servicio de Correos en pleno). No quiero decir con esto que la inocuidad de una vacuna esté 100% garantizada. Hay errores humanos que pueden acaso escapar a los estrictos controles de calidad de la industria farmacéutica y hay misterios de la genética humana aún por resolver que determinan que a cada uno nos afecte de una manera cualquier intervención médica o farmacológica. De hecho, cualquier vacuna puede causar efectos adversos y es frecuente que los causen, si bien leves. La mitad de las vacunadas contra el HPV sufrirán dolor de cabeza, fatiga o dolor muscular, una de cada cuatro náuseas o vómitos y una de cada ocho incluso fiebre. Cada uno con su conciencia, pero la probabilística nos dice que es más fácil morir de un carcinoma de cuello de útero que de estas molestias pasajeras. En fin, cualquier debate es sano delante de un café o unas cervezas, siempre entre amigos… Pero no se os ocurra serviros de desayuno o aperitivo ningún fundamentalismo. Se os puede atragantar.
Si dudáis, preguntad a los científicos. Son despistados y hablan para su camisa, pero saben muchas cosas.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Proyecto ENCODE ¿Quién dijo "basura"?



Una década después de descifrar el genoma humano, ahora que la sociedad por fin ha digerido intelectualmente lo que supuso este hito científico, nos llegan noticias sobre un nuevo reto en la investigación genómica: la publicación de resultados del proyecto “ENCODE”. Habréis oído y leído en los medios de comunicación que más o menos se trata de entender y catalogar lo que durante la elaboración del primer borrador de la secuencia se denominó “ADN basura”, una etiqueta que –claro– a los genetistas nunca gustó demasiado… ¡En la naturaleza no hay basura: todo se recicla!

Pero… ¿Qué es exactamente lo que revelan ahora los investigadores?
ENCODE, el verbo “codificar” en inglés, es en este caso también un acrónimo de “Encyclopedia of DNA Elements”. Eso es ni más ni menos lo que pretende ser, una enciclopedia de los elementos funcionales que hay en el vasto genoma acompañando al escaso de los 20.000 elementos codificantes propiamente dichos, es decir la parte de los genes con información traducible a proteínas. En pocas palabras, el hito que supone ENCODE ha sido concluir que más del 80% del genoma humano realmente sirve para algo, toda una vuelta de tuerca respecto a la visión no tan remota de que más del 98% de nuestro genoma era “basura”. Para eso han hecho falta 32 grupos con más de 440 investigadores realizando 1648 experimentos sobe células humanas de 147 tipos.
            Os preguntaréis qué hay en esa secuencia hasta ahora inexplorada. Podríamos poner un símil astronómico: gracias a una tecnología de exploración más refinada ahora vemos estrellas, cúmulos y galaxias donde antes el planisferio tenía grandes espacios vacíos entre las estrellas conocidas. Pero no es un símil 100% adecuado… Lo que se ha descubierto en el “vacío genómico” no son nuevos genes sino las claves que regulan el funcionamiento de los ya cartografiados anteriormente. Como dice Ewan Birney, coordinador del superproyecto en una editorial de Nature (aquí una entrevista al interfecto, in English), si imprimieran todos los datos que han obtenido a razón de 1000 bases de ADN por centímetro cuadrado (no se vería ni con lupa), el documento resultante sería de 16 metros de ancho por 30 km de largo… No es, pues, una enciclopedia de bolsillo. Esto, claro, rebasa un tanto la capacidad de almacenamiento y comprensión de la mente humana y sólo es posible gracias a herramientas bioinformáticas que permiten inquirir a tales bases de datos enciclopédicas.
No, no me he leído aún los 30 artículos simultáneos en las revistas Nature, Genome Research y Genome Biology, pero puedo daros unas pinceladas sobre las lineas generales sobre las que versan los principales hallazgos. He aquí una breve lista:

1. Elementos reguladores de la expresión de los genes, es decir, “dianas” de los denominados factores de transcripción. La información del genoma está silenciada hasta que es requerida la síntesis de las proteínas sus genes que codifican. Cada proteína se necesita en un momento concreto, en respuesta a estímulos concretos… Y la célula economiza al máximo. Los genes están “apagados” (en off, o casi mejor en stand by) y se “encienden” (on) cuando reciben la señal adecuada. Esto lo controlan unas proteínas que se unen a secuencias concretas fuera de las regiones codificantes, que se llaman factores de transcripción, que son diversos y tienen actividades tanto activadoras como represoras. Suelen ser caprichosos y cada uno se une a una determinada pequeña secuencia de bases. Pues bien, ahora se han cartografiado decenas de miles de sitios donde dichos factores se pegan en el genoma a hacer su trabajo.
2. Patrones de la cromatina en torno a los sitios de unión de los factores de transcripción. Los factores de transcripción reclutan a la enzima que transcribe el DNA a RNA mensajero, pero eso no es todo el trabajo. Para que esto sea físicamente posible la cromatina tiene que reestructurarse de manera dinámica. El ADN está compactado con proteínas de carga positiva, llamadas histonas, que compensan su fuerte carga negativa. Este conjunto organizado de ADN, histonas, etc., se llama cromatina. Tal compactación debe relajarse localmente para que la enzima polimerasa actúe y los genes se expresen, se copien a ARN. Esto también se ha estudiado de forma sistemática en ENCODE.
3. Regulación epigenética de la expresión de los genes. Precisamente la modificación de las histonas es objeto de estudio de la “epigenética”, es decir, el estudio de la función del genoma más allá de la propia información contenida en la secuencia, un campo en alza en la biología del s. XXI. Dichas modificaciones pueden condicionar la regulación de los genes de manera independiente de la información genómica. Además, las bases del ADN pueden “metilarse”, es decir, sufrir modificaciones heredables que alteran ligeramente sus propiedades sin afectar a la secuencia de bases. Estos matices están revelando muchos puntos oscuros de la función de nuestro genoma.
4. Caracterización de ARNs no codificantes. ¡Sorpresa para los biólogos de nuestro tiempo: No todos los ARNs que se expresan corresponden a genes!, es decir, no todo son mensajeros (ARNm) que se han de traducir a proteínas o las especies clásicas conocidas implicadas en la traducción de dichos mensajes (el ARN ribosómico –ARNr– con función estructural en el ribosoma, la fábrica de proteínas de la célula, o los pequeños ARNs de transferencia –ARNt– que trabaja allí incorporando un aminoácido por cada triplete del código genético). El genoma expresa con profusión otros ARNs no codificantes –ARNnc– que probablemente desempeñan funciones importantes regulatorias que estamos sólo comenzando a comprender.
5. Relaciones tridimensionales entre elementos del genoma. Tendemos a entender el genoma como una secuencia, una sucesión de bases… Al fin y al cabo pensamos en cada cromosoma como un enorme renglón de información en el que muchas palabras no tienen sentido. Pero el genoma no es unidimensional, sino que adquiere una estructura tridimensional en la cual regiones relativamente lejanas en la secuencia pueden encontrarse en contacto e influir sobre la función de los factores de trascripción o de la cromatina. Si supiéramos leer en tres dimensiones entenderíamos mucho más… A las 70.000 regiones promotoras (las esenciales para controlar la expresión de los genes) canónicas catalogadas en este proyecto hay que sumarle 400.000 nuevas regiones más distantes a los genes con implicaciones en su regulación.

Además, un examen tan exhaustivo ha depurado la primera anotación del genoma notablemente, discerniendo con exactitud los genes de los espacios vacíos entre ellos (regiones intergénicas). Toda esta información multiplica su posible utilidad cuando cartografiamos en ella las variaciones genéticas de la especie humana, lo que ha de permitir entender mejor su relación con los “fenotipos”, es decir, características apreciables, desde el color de los ojos hasta la predisposición a enfermedades complejas al cáncer, obesidad o enfermedades cardiovasculares o respuesta y tolerancia a los fármacos. Y, ¿por qué no? en términos evolutivos, comparando esta información con la equivalente en otros mamíferos, por ejemplo nuestros primos los primates, comprenderemos al fin en qué se basa nuestra complejidad, la capacidad de desarrollo neuronal que se asienta en la base del animal “racional” y le diferencia (si procede) del irracional, algo sobre lo que el análisis comparativo de los mapas previamente disponibles del genoma humano y el del chimpancé. La Ciencia dirá.