miércoles, 18 de mayo de 2016

Investigación de la enfermedad infecciosa: la bolsa o... ¡la vida!

Estos días estoy un poco infeccioso... Y no sólo por el catarro primaveral. En primer lugar, se están tratando los temas de infección, patogenicidad y virulencia microbiana en #microMOOCSEM, el fabuloso curso abierto de Microbiología impartido por las redes sociales, una iniciativa de @microBIOblog y el grupo de Docencia y Difusión de la Sociedad Española de Microbiología (D+DSEM), que merecerá comentario aparte cuando acabe el curso la primera semana de junio. En segundo lugar, llevo un par de días involucrado en un panel de evaluación de la convocatoria Infect-ERA: proyectos de investigación internacionales sobre enfermedades infecciosas.

Esta tarea es una de las más arduas entre las múltiples que debe llevar a cabo un investigador: prestarse como "experto" a las agencias de financiación públicas para evaluar los proyectos que tus compañeros de profesión presentan a las convocatorias. Por supuesto, para participar no puedes haber concurrido a la misma convocatoria y debes firmar una declaración en la que consta que no tienes conflicto de interés con los científicos a quienes vas a evaluar, así como una cláusula de confidencialidad. Top secret. Ética y formularios aparte, es una enorme responsabilidad juzgar con la máxima objetividad el currículum, el trabajo y las propuestas para el futuro de científicos mucho mejores que uno mismo, pero también es un privilegio conocer de primera mano tantas buenas ideas, así como las tendencias y las "apuestas ganadoras" en investigación. Suele ser además un excelente foro para las relaciones sociales, donde conoces a colegas a quienes te volverás a encontrar en congresos y con quienes seguramente entablarás amistad. Sin embargo, el retrogusto con el que uno sale de estos "paneles de evaluación" de becas y proyectos es siempre amargo. Os diré por qué.
El programa Infect-ERA está integrado por 14 agencias de 11 países. A pesar de estar concebido en los pasillos de la Unión Europea, tiene grandes ausencias, como el Reino Unido e Italia, por ejemplo, lo que compensa con algunos invitados-satélite, como Israel e India. El programa invertirá unos 10 millones de euros para proyectos a desarrollar en tres años, de los cuales algo más de un millón es español, aportado por el MINECO y el ISCIII. Se han presentado a la convocatoria 120 proyectos, cada uno de ellos constituido al menos por tres grupos de investigación de dos países distintos, que proponen tareas complementarias y coordinadas para abordar un problema determinado relacionado con el estudio de las enfermedades infecciosas con el objetivo más o menos cercano de mejorar el diagnóstico precoz y el tratamiento. Casi todos son buenos, la mayoría son muy buenos y unos cuantos excelentes. Su objetivo es salvar vidas o, como poco, aumentar su calidad. Cada solicitante pide más o menos una media de un millón de euros para financiar la investigación de todos sus socios durante tres años. Dados los costes de la contratación de investigadores o técnicos y que la investigación basada en las últimas tecnologías no es barata, se trata un cálculo realista tirando a austero. Pues bien, de esos 120 se financiarán unos 10 proyectos. ¿Imagináis la desolación que causa ver cómo decenas de proyectos de investigación excelentes firmados por los mejores investigadores del mundo en su campo se quedan fuera? ¿Cuántas vidas más estamos salvando o perdiendo acaso si dejamos fuera a uno u a otro? Amargo. Impotencia. Lástima no ser ni Bill ni Melinda Gates para sacar un maletín y dárselo a de Guindos y sus homólogos franceses, portugueses, alemanes, daneses, polacos, etc. etc. para sacar adelante esos proyectos. Desde este lado del espejo me doy cuenta de lo privilegiados que fuimos hace unos años cuando disfrutamos uno en mi laboratorio.
No puedo revelar ni una palabra de esos proyectos, pero sí os puedo contar, para compartir este estado de desolación, que en un debate sobre líneas prioritarias para futuras convocatorias (si la UE no elimina este programa, tal como amenaza) hemos hablado de avanzar la investigación de frontera en medicina personalizada, modulación del microbioma, estudio de la respuesta inmunitaria frente a la infección, diagnósticos innovadores, biomarcadores pronósticos y tratamientos eficaces o novedosos para enfermedades víricas (hepatitis, rabia, gripe, dengue, zika, ébola...) o bacterianas (septicemia, neumonía, infecciones hospitalarias causadas por patógenos mutirresistentes) o fúngicas (candidiasis, aspergilosis), lo que incluye cualquier amenaza emergente de naturaleza infecciosa para la salud humana . La tuberculosis, la malaria, el VIH y la resistencia a antibióticos tienen sus propios programas internacionales, dada su importancia, pero... ¿Se está invirtiendo lo suficiente en investigar otras infecciones? Y, sobre todo, ¿se está invirtiendo en investigación básica? En tiempos de crisis se ha favorecido la investigación "traslacional", la que produce un beneficio de inmediata aplicación. Pero sin descubrimientos científicos de base no hay aplicaciones posibles. Uno de los evaluadores de mi panel traía a colación de esto la metáfora del grano. Si nos comemos todo el grano y no guardamos una parte de la cosecha para sembrar, el año que viene nos moriremos de hambre.

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