domingo, 24 de octubre de 2010

EPIGENÉTICA: COME SANO Y PROCREA SANO


Cuando el lúpulo nos inspiró este blog, la idea original era comentar semana a semana los descubrimientos más importantes de las Ciencia. Es decir, hojear el Nature y el Science y puntualmente transcribir en castellano y de una manera sencilla lo que se estaba cociendo en los laboratorios, no sin dejar de dar nuestra opinión. Pero los efectos del lúpulo son transitorios, la crisis se confabuló en contra de hacernos con una subscripción personal a la creme de la creme de las revistas científicas y, para colmo, nuestra frenética rutina no nos deja tiempo ya (y mucho menos materia gris) para estos ocios semi-intelectuales. Pero... ¡Por la piel de Barrabás! Esta semana lo voy a intentar.
Entro en Nature y me encuentro, entre la galaxia más lejana jamás conocida (y más cercana al Big Bang, ¡qué vértigo!) y las habituales estructuras proteicas modelizadas en colorines, un caso flagrante de la hoy tan celebrada Epigenética, digno de comentarse.
Unos investigadores australianos se han dedicado a mantener ratas macho a base de donuts, chistorra y hamburguesas (bueno, no exactamente, ya quisieran ellas, pero sí que las han sometido a una dieta generosa en grasas), luego les han procurado hembra (a la cual le ha tocado el gordo, literalmente) y han constatado que sus hijas ratas sufren trastornos pancreáticos y tienden a desarrollar diabetes. Hay que recordar que nuestra civilización sufre de manera preocupante de un aumento en la prevalencia de la obesidad y la diabetes de tipo 2, y ambas patologías van frecuentemente asociadas. Todas las evidencias señalan que no se trata de una predisposición genética propiamente dicha, es decir, que el padre transmita a la hija un repertorio de genes que la predisponga a la obesidad. Esto es así porque estos mismos ratones, con los mismos genes, pero sometidos a una dieta normal (no sé si las ratas conocen la dieta mediterranea, hace tiempo que no voy de tapeo por las alcantarillas) no transmiten a sus ratitas nada de esto. Pero la dieta hipercalórica sí condiciona la "epigenética", de modo que el ADN de los espermatozoides de tan orondos y acomodados roedores tiene un nivel diferente de metilación (una mínima modificación en una de sus bases que no afecta a la secuencia), o bien las histonas (las proteínas que empaquetan el ADN) tienen niveles distintos de acetilación (otra modificación química que condiciona la "flexibilidad" de ciertas regiones de los cromosomas). La epigenética también se hereda y, aunque los científicos no la hemos hecho mucho caso hasta hace poco, porque no entedíamos muy bien qué papel podían desempeñar dichas modificaciones, ahora tenemos claro que afectan a la expresión del mensaje que portan los genes, condicionando el destino de la célula. Los biólogos que estudian programas de "desarrollo", es decir, cómo de un mísero zigoto se diferencian las distintas partes de un embrión y cómo unas células se convertirán en neuronas y otras en células dérmicas de la planta del pie, por ejemplo, conocían o suponían el papel de la epigenética hace tiempo. Pero ahora estos procesos entran fuerte en otros campos de la biomedicina. Es la primera vez que se describe en mamíferos la transmisión de una secuela metabólica de una generación a otra sin que exista un componente estrictamente genético.
Moraleja: cuidadín con esas tapitas del bar, y haz ejercicio, que si alguna vez procreas, está en juego la salud de tus hijos... Vamos, que ya podrás engordar sin remordimientos después de ser padre (de ahí el refrán "cuando seas padre comerás huevos", digo yo... ¿Por qué se dice eso si no?).

lunes, 4 de octubre de 2010

LA PARADOJA

Últimamente visito muchos blogs de literatura (microrrelatos, poesía...). Casi más que de Ciencia. Me fascinan porque en literatura todo vale y eso me desintoxica del rigor científico que exige mi ejercicio profesional. Se da la paradoja de que mientras la naturaleza improvisa estrategias de supervivencia ante los cambios que producimos en el entorno, nosotros los científicos no tenemos más herramientas para estudiarla que los basados en estrictos y rigurosos cálculos. Así es el método experimental: no admite improvisación. Incluso la imaginación que libremente podemos dejar volar a la hora de plantear una hipótesis está sujeta a la necesitad de encajar la pieza en un rompecabezas cuyo molde está perfectamente definido. Sólo la flexibilidad de la estadística nos da un leve margen de error. Paradójicamente, la naturaleza juega al realismo mágico mientras nosotros la espiamos con nuestros ojos racionalistas.
Jaques Monod, en "El azar y la necesidad", hablando de cómo la mutación del material genético permite los cambios fenotípicos que permiten la selección, adaptación y evolución de las especies, decía: "Puesto que las mutaciones son accidentales, es decir, se producen al azar, (...), sólo el azar está en el origen de toda novedad, de toda creación en la biosfera. El puro azar, sólo el azar, libertad absoluta pero ciega, en la raíz misma del prodigioso edificio de la evolución."
No sería muy sesudo por parte de los científicos contemporáneos hacer experimentos "al azar". ¿O sí? En realidad, parte de la Biología en la era post-genómica que estamos viviendo se basa en agotar el azar. Tirar el dado mil veces a ver si está cargado o no. Por ejemplo, en lugar de basarnos en predicciones estructurales para buscar los aminoácidos esenciales de una proteína (una enzima, por ejemplo), podemos agotar el sistema mutándolos todos de uno en uno y viendo cómo cada mutación puntual afecta a la función y a la estructura de la proteína. Esto se llama alanina-scanning, porque lo habitual es mutarlos a este aminoácido, que es bastante neutro. Y está poniéndose de moda. O bien, otro ejemplo: ahora que tenemos resueltos y anotados los genomas de los organismos modelo, podemos mutar uno a uno cada gen y ver cómo se comporta el pobre bicho sin cada uno de los genes (el clásico asociar el fenotipo al genotipo, en este caso, un "knock out" génico, peor a lo bestia). De hecho, hay un International Mouse Knock-out Consortium que está en ello... Pretende generar tantas líneas germinales de ratones mutantes como genes existen en le genoma del roedor. Mutarlos todos de uno en uno y ver qué le pasa a cada mutante (si pasa de la fase embrionaria, si vive, si está enfermo...). Deben ser unos 20.000. No hay margen para el azar si todas la posibilidades están cubiertas.
Muchos investigadores, sobre todo los más especializados en cuestiones concretas, piensan poco menos que lo que hacen estos investigadores es trampa. Pero las bases de datos se van llenando de información generada en estos proyectos de gran envergadura que resulta útil para todos. Siempre queda un hueco para la intuición, la corazonada, claro... Si no la ciencia sería un aburrimiento... Puestos a disfrutar de la literatura, siempre es más ameno leer un buen relato que un tomo de la enciclopedia. Aunque el segundo tenga más rigor.