martes, 20 de septiembre de 2011

Vacunas contra el SIDA: ¿Es la existencia probada de anticuerpos efectivos una esperanza?

Uno de los temas calientes de la investigación científica en las últimas tres décadas es la lucha contra el virus de la inmunodeficiencia humana (HIV-1). Las inversiones públicas y privadas han sido multimillonarias y, como resultado, hemos conseguido una terapia antirretroviral compleja y cara que no elimina el virus pero al menos lo mantiene a raya. Demasiado tarde para Rock Hudson, Freddie Mercury y millones de anónimos más. Con ello, no obstante, hemos convertido al SIDA de pandemia en endemia del tercer mundo, con cifras escalofriantes en el África subsahariana (1,8 millones de muertes al año), donde las estrategias de prevención se practican con negligencia o simplemente no se practican y el coste del tratamiento en astronómico para el poder adquisitivo de los seropositivos. La mejor solución sería desarrollar una vacuna eficaz contra el SIDA. Pero si hay un tema peliagudo y doloroso para la investigación biomédica contemporánea, es precisamente este.
En el año 2007, el programa STEP, como se conoce al ensayo clínico más ambicioso y esperanzador hasta la fecha para una vacuna frente al HIV fue interrumpido al constatar que los individuos vacunados eran más proclives a contraer la enfermedad que aquellos inyectados con el placebo. Es un de los jarros de agua fría más importantes que ha recibido la Biomedicina contemporánea. ¿Por qué? En 2009 se constató experimentalmente una sospecha de la que algunos habían advertido ya de antemano. La vacuna del programa STEP se basaba en utilizar como vector vivo recombinante un Adenovirus tipo 5. Se trata de una vacuna de diseño en la cual este virus vivo más o menos domesticado e inofensivo (los Adenovirus causan catarros e infecciones diversas en las mucosas muy raramente graves), fácil de manipular en el laboratorio, se modificaba genéticamente para que expresase los inmunógenos del HIV que habrían de disparar inmunidad frente a una evental infección por este último. La estrategia, además de ser inteligente, había dado resultados prometedores en animales... ¿Porqué no soñar con una vacuna? Pues bien, en algún momento de nuestra infancia la mayoría de nosotros quizás hemos sufrido una infección respiratoria, un catarrillo de tantos, por el susodicho Adenovirus tipo 5. De este modo, tenemos memoria inmunológica para rechazar al vehículo que porta la vacuna, de modo que ésta no es efectiva. Lástima.
Pero parece ser que la Ciencia no tira la toalla, por suerte… Raro es el mes que el Telediario no habla en un par de ocasiones de avances lentos pero seguros hacia una vacuna contra el SIDA. Pero la cuestión no es sencilla. Basta pensar que cualquier vacuna se basa en estimular la producción una memoria inmunológica que produzca anticuerpos específicos frente al virus, bacteria o parásito atacante. Pero no es habitual que el virus, en lugar de contentarse con las mucosas (respiratoria, digestiva, etc.) como es el caso de la mayoría, ataque específicamente a un elemento clave del desarrollo de la propia respuesta inmune, los linfocitos CD4. Sin embargo, la batalla acaso no esté perdida si el sistema inmune está prevenido antes del primer contacto. En su último número, por ejemplo, la revista Science publica dos artículos afines que estudian en profundidad una población de anticuerpos que si se suministran pasivamente (es decir, se suministran a un individuo artificialmente, como los clásicos sueros protectores), previenen el contagio. Cabe esperar entonces que si una vacuna fuese capaz de inducir en nuestro organismo ese tipo de anticuerpos de manera activa, su eficacia sería excelente. Para llegar a estas conclusiones han utilizado técnicas de análisis estructural y genético de última generación, lo que les ha permitido estudiar cómo pueden generarse distintos linajes de anticuerpos (en distintos colores –amarillo, azul, naranja, verde- en la portada de Science de la imagen) que comparten propiedades estructurales capaces de bloquear la espícula del virus, la proteína gp120 (en rojo), la cual actúa como receptor para reconocer a sus víctimas de manera específica, las poblaciones linfocitarias CD4. Muchos grupos trabajan en estrategias para el desarrollo de una vacuna que produzca este repertorio de anticuerpos protectores y, hasta ahora, la enorme variabilidad y capacidad evolutiva del virus han sido el principal problema. Pero estos anticuerpos se parecen a uno ya conocido, el llamado pan-reactivo VRC01, que neutraliza más del 90% de los HIV-1 probados bloqueando de manera precisa el sitio de unión a CD4 en la espícula gp120 del virus.
¿Grandes expectativas? ¿O tan sólo un pequeño paso más? En cualquier caso un buen episodio de este fascinante culebrón de la lucha anti-SIDA, buena causa donde las haya. No se pierdan los próximos capítulos.

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