martes, 1 de diciembre de 2015

Cellularium contraataca: Día Mundial del SIDA 2015

Hoy, años después, vuelvo a escribir en este blog con la intención de compartir pequeñas inquietudes y conocimientos. La rutina diaria es tan intensa... ¡Hay tanto que descubrir y tan poco tiempo! Los colegas con los que comenzamos Cellularium hace unos años andan dispersos en miles de pequeños proyectos o concentrados en la supervivencia. Tengo el privilegio de trabajar en Ciencia, algo que no nos han puesto fácil últimamente por estas latitudes (léase por ejemplo este artículo de El País o cualquiera de estos) y la vocación de compartir mi experiencia con quienes no tienen esa oportunidad o piensan (probablemente de manera errónea) que la Ciencia está más allá de sus posibilidades. No es que vea luz al final del túnel pero sí que creo que es el momento para un cambio de actitud, más constructivo, en el que fomentar el espíritu crítico y racional contra los mensajes de lo irracional que nos inundan en situaciones desesperadas es más necesario que nunca. Nuestro entorno fomenta la apatía, incluso el miedo, pero tener las manos en los bolsillos o los pelos de punta no implica tener la mente atrofiada. Despierta tus neuronas.

Dos señales me han impulsado a reflotar Cellularium en esta "nueva temporada"con una actitud más personalista, con el foco en el día a día de la actividad de un investigador:
  • La primera, una cita de Schröedinger, el gran físico y divulgador, que cayó en mis manos por casualidad, de su libro Science and Humanism, que viene a decir algo así como "Si no puedes, a la larga, contarle a todo el mundo lo que has estado haciendo, es como si no hubieras hecho nada".
  • La segunda, una conferencia de Ángela (conCIENCIAdos y otros proyectos divulgativos y educativos), una ex-estudiante entre cientos, ya miles, a quien acaso he dado clase hace años, que el otro día en la Fundación Ramón Areces exhortó a los jóvenes investigadores a divulgar, no tanto como parte intrínseca y necesaria de su profesión, sino por la propia satisfacción de contribuir a educar a la sociedad en los valores científicos. Me inspiró una profunda admiración y una sensación entre vértigo y orgullo pensar que de nuestras aulas universitarias surgen espíritus tan inquietos y constructivos.
Heme aquí pues, pasados los años, cuando mi carrera científica llega quizás a un culmen, quizás a un vacío, quizás a un declive imparable. En cualquier caso, vista desde las canas, toda esa pasión, ilusión y emoción que cristalizan en un proyecto científico dejan de tener valor si te encierras y obsesionas en él, pero lo adquieren y multiplican cuando puedes comunicarlo, transmitirlo, transferirlo.

No voy a hablar de mi experiencia, pero sí desde mi experiencia. No voy a rebatir la opinión de nadie, pero sí voy a dar mi opinión, que ya anticipo es la de un científico y un librepensador, es decir: nunca os creáis nada de lo que os nadie... Tampoco yo: contrastadlo. No voy a intentar convenceros sobre una "verdad" que yo vislumbro, sino invitaros a construir la verdad con vuestros propios criterios. Cuestionadlo todo y llegad a vuestra propias conclusiones.

Hoy, por ejemplo, se ha celebrado el día mundial de SIDA, precisamente cuando los epidemiólogos nos avisan de que se incrementa la incidencia de la enfermedad en nuestro entorno. ¿Por qué? El Virus de la Inmunodeficiencia Humana VIH-1 es, desde que se declaró la pandemia global en los 80, uno de los virus que mejor se conocen a nivel molecular, a pesar de su complejidad. Se invirtieron toneladas de dólares en desarrollar vacunas y tratamientos. Lo primero no tuvo éxito... Generar inmunidad contra un virus hipervariable que ataca específicamente al corazón de nuestro sistema inmune, los linfocitos T CD4+, no es moco de pavo. Lo segundo sí: aunque el SIDA no se puede curar, se puede frenar su progresión mediante una terapia combinada y costosa que debe tomarse de por vida. Precisamente el punto débil del virus es precisamente su excepcional biología, que nos proporciona "dianas" a la que los farmacólogos pueden dirigir sus "balas mágicas", que diría Ehrlich, como la transcriptasa reversa, una enzima capaz de copiar las cadenas de RNA a DNA, justo lo contrario que hacen nuestras células cuando leen el mensaje de sus genes.  Esta terapia transformó la pandemia en una endemia, es decir, una amenaza sólo a nivel local, en el tercer mundo, donde esos medicamentos no llegan.
¿Qué está fallando? En ausencia de una vacuna, la única prevención posible está (1) en el control de los hemoderivados, que está al orden del día en los países civilizados y no depende de tu actitud, sino de la de tu sistema sanitario, y (2), sobre todo, en las barreras que pongamos a la transmisión sexual. Esto es, por desgracia, lo que estamos descuidando y esto sí depende de tu actitud. Sexualidad saludable, uso de preservativos en relaciones de riesgo, e incluso fármacos preventivos cuya distribución en nuestro entorno es limitada (la famosa pastilla del día antes), indicados quizás en relaciones homosexuales. Nada es infalible, pero superados con creces aquellos años 80 de la "movida" (oh, nostalgia) en los que compartir jeringuillas no se concebía por ciertos colectivos como una situación de riesgo (por ignorancia, porque la hepatitis B era bien conocida) y el virus campaba a sus anchas, reforzar las barreras en transmisión sexual está en nuestras manos. En España se estima que hay 130.000 seropositivos, un tercio de los cuales no lo sabe. ¿Alguna duda? Yo te hablaré de investigación en vacunas y fármacos. Pero en el lado práctico, organizaciones como stopsida tienen más información. Esperemos que el próximo 1 de diciembre tengamos mejores noticias.
Imagen: El VIH en sangre, en "Relatos Microscópicos", de Editorial Hélice. Ilustración para el cuento "Una Batalla Perdida", de la viróloga Esperanza Gómez-Lucía.