viernes, 11 de junio de 2010

Historias de becarios. Bromuro bajo el sol (II).


Rodrigo se levantó, y Raquel y Begoña, como buenos patitos – que así se les llamaba por allí a los nuevos por su costumbre de seguir a todas partes al instructor de turno – le siguieron hasta el pasillo, donde Rodrigo abrió una nevera muy grande, cogió un pequeño tubo de plástico y dijo:
- Esto es ADN.
Raquel y Begoña no lo entendían. Aquel minúsculo tubito de plástico no debía llegar a los dos mililitros de capacidad y no parecía haber nada dentro de él; pero cuando se acercaron, observaron que en el fondo del tubo había una pequeñísima cantidad de líquido translúcido.
- ¿Eso… eso es ADN? – murmuró Raquel con una mueca de incredulidad.
- ADN resuspendido en cuarenta microlitros de agua bidestilada y desionizada – replicó Rodrigo -. Y, respondiendo a tu pregunta de antes, te diré que sí, sí se puede ver. De hecho, algunas veces es absolutamente necesario poder verlo para manipularlo. Verás. Lo primero que hay que hacer es introducir la molécula de ADN en un gel de electroforesis de agarosa y… Bueno, no me pongáis esas caras, ya os explicaré detenidamente qué es eso…; por ahora basta que sepáis que es un método que sirve para separar moléculas de ADN de una mezcla en función de su tamaño (y también de su forma). Entremos al laboratorio de nuevo y os enseñaré uno de estos geles.
En el laboratorio, abandonado en una pequeña bandeja, aparecía un pequeño paralelepípedo de aspecto gelatinoso. Rodrigo lo señaló.
- Ajá. Aquí tenéis un gel de electroforesis de agarosa.
Raquel y Begoña no podían ocultar su decepción. ¿Aquella cosa con aspecto de flan aplastado y translúcido servía para separar moléculas de ADN? Sin duda, habían esperado algo más… “tecnológico”.
- Estooo - inquirió Begoña -… pero aquí no se ve nada. ¿Hay ADN dentro de esa cosa?
- Espera, espera, que no he acabado – continuó Rodrigo -. Una vez fabricado el gel de agarosa, lo bañamos en una solución muy diluida de bromuro de etidio, que es un compuesto químico que se une con facilidad a las cadenas de ADN; la gracia del asunto está en que cuando el bromuro de etidio es irradiado con luz ultravioleta emite una fluorescencia rojiza. Conclusión: si queremos visualizar el ADN bastará con que coloquemos el gel, que como véis es translúcido, bajo una luz ultravioleta: aparecerán unas bandas rojizas de ADN en todo su esplendor. ¿Queréis verlo? Tenemos una habitación preparada sólo para eso, para observar geles a la luz ultravioleta.
Rodrigo y sus pupilas salieron del laboratorio y se dirigieron al cuarto de luz ultravioleta. Pablo, un becario con ya cierta experiencia, estaba en el cuartito observando un gel de agarosa. Rodrigo animó a Raquel y Begoña a que se acercasen. Allí estaban: unas bandas rojo-anaranjadas que aparecían como por arte de magia cuando se iluminaba el gel con la lámpara de rayos ultravioleta. Rodrigo añadió:
- Y si queréis “coger” un gen determinado, como antes queríais saber, basta con que recortéis el fragmento de gel de agarosa que lo contiene, y que se ve perfectamente bajo esta luz.
Begoña aproximó su mano al gel de agarosa, intrigada por saber qué textura tenía. Rodrigo se dio cuenta cuando Begoña estaba a punto de tocarlo, y rápidamente la agarró por la muñeca y la apartó.
- Se me olvidaba, chicas. El bromuro de etidio es un agente potencialmente cancerígeno. Igual que le gusta unirse a las cadenas de ADN de los geles, puede hacerlo a las de nuestras células, provocando mutaciones, etc, etc… que pueden desembocar en una transformación tumoral. Así que, y escuchadme muy bien, siempre, absolutamente siempre, que trabajéis con bromuro de etidio, usad guantes desechables, ¿de acuerdo? Supongo que no queréis desarrollar un cáncer por una manipulación incorrecta del material de laboratorio, ¿verdad?
- Por supuesto que no – reconoció Begoña, algo inquieta por lo que había estado a punto de hacer.
- Oye, Rodrigo, ¿y qué son estas cubetas con líquido ligeramente rojizo? – preguntó Raquel.
- Ah, sí, se me olvidaba… Son las “piscinas” con solución diluida de bromuro de etidio en las que se introducen los geles de agarosa para teñir el ADN. Como veis, son ligeramente rojizas, por el bromuro. Tened mucho cuidado, no vayáis a mancharos con ellas o a volcar alguna de las cubetas…
- ¿Y por qué hay líquidos de distinta tonalidad rojiza? – insistió Raquel.
- Bueno… en primer lugar, por contener distintas concentraciones de bromuro de etidio; aunque algunas soluciones, como aquella que está junto a la ventana, son casi transparentes porque, por lo que la experiencia nos ha permitido observar, la luz del sol descompone la molécula de bromuro de etidio. Por eso lo conservamos en frascos opacos a la luz. Por cierto, que habrá que echarle la bronca al que se ha dejado aquella cubeta junto a la ventana, por el gasto inútil de bromuro de etidio… Venga, salgamos de aquí y volvamos al laboratorio.
Así lo hicieron.
- Bueno, chicas – continuó Rodrigo -, me tendréis que disculpar, pero tengo un montón de cosas que hacer. Seguro que Pablo, que como habéis visto anda liado cortando y pegando fragmentos de ADN, se puede encargar de vosotras e incluso encargaros algún trabajito para ir calentando. ¿No os importa cambiar de instructor durante un rato, mientras cabo mis asuntos?
- No hay problema – contestó Raquel.
- Gracias, Rodrigo – añadió Begoña.

Serían aproximadamente las cinco de la tarde. Rodrigo se encontraba en el laboratorio intentando compaginar su trabajo en dos ordenadores a la vez: había conseguido terminar de pulir la “Discusión” de su tesis y la estaba imprimiendo, pero el ordenador no era de una gran capacidad –las estrecheces económicas de la Universidad –y le costaba un esfuerzo ingente manejar el extenso documento de la tesis doctoral, repleto de imágenes de gran tamaño que constantemente lo bloqueaban; por ello, Rodrigo había optado por utilizar durante la impresión otro ordenador para, paralelamente, acabar la publicación destinada al Journal of Biological Chemistry y el proyecto de investigación para sus próximos dos años en el laboratorio estadounidense del profesor Russell. Varias pilas de revistas científicas y fotocopias de artículos cubrían el lugar de trabajo, y Rodrigo oscilaba constantemente de un ordenador a otro con un lápiz apoyado tras la oreja mientras garabateaba con un bolígrafo de tinta roja en unos papeles. La verdad, estaba un poco estresado. Tuvo que rehusar la propuesta de algunos compañeros del Departamento para darse un chapuzón en la piscina universitaria antes de comer – hacía un espléndido y caluroso día de mediados de Mayo, y algunos habían decidido celebrar el estreno anual de la piscina cuanto antes -. Tampoco había podido bajar a comer con el resto de colegas de la Unidad…
Repentinamente, Rodrigo oyó unos gritos en el pasillo. Después, alguien comenzó a gritar su nombre. Era Pablo, que segundos después irrumpía en el laboratorio visiblemente nervioso.
- ¡Rodrigo, son tus chicas…!
- ¿Qué? ¿Qué ha pasado?
- Me las he llevado al cuarto de luz ultravioleta para enseñarles moléculas de ADN de distintos tamaños… y se les ha derramado encima una cubeta llena de bromuro de etidio, una de las que se utilizan para teñir geles de agarosa… Vamos, que se han duchado en él… Yo me he librado de milagro…
- ¡¿Qué?! ¡Déjame pasar! – gritó, apartando a Pablo y dirigiéndose al cuarto de luz ultravioleta, de donde provenían los gritos.
Efectivamente, allí estaban, rodeadas de un grupo de curiosos que intentaban tranquilizarlas, Raquel y Begoña, con el cabello, la cara, el cuello, las manos, la ropa,… teñidas del característico – y temido – color rojo del bromuro de etidio. Estaban muy asustadas.

(continuará)

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