domingo, 28 de febrero de 2010

Inmunología: ¿defensa o negociación?

Vamos a hablar de una hipótesis científica que, en principio, parece un tanto original; pero que al poco resulta tan obvia que sorprende que nadie hasta hace pocos años se la haya empezado a tomar en serio. ¿Cree usted que el complejísimo sistema inmunitario de los vertebrados (el del hombre, sin ir más lejos), basado en la memoria y la adaptabilidad, se desarrolló para lograr una más perfecta defensa frente a patógenos o, en realidad, lo que se pretendía era reconocer y manejar comunidades complejas de microbios beneficiosos?

Intentemos responder a la pregunta. Todos los vertebrados tienen un tipo de inmunidad conocida como adaptativa, que permite responder a cada nuevo encuentro con el mundo microbiano basándose en el recuerdo de las interacciones pasadas. Los invertebrados, no obstante, confían plenamente en un sistema inmune completamente innato, sin posibilidad de cambio y adaptación, un mecanismo antiguo que aparece en animales que no recuerdan encuentros anteriores. Es de esperar que el sistema inmunológico de los vertebrados proteja más eficazmente que el de los animales inferiores, ¿verdad? ¿Pondría usted la mano en el fuego? No lo haga aún...

¿Cómo tienen tanto éxito los invertebrados (mas del 96% de las especies animales) a pesar de su supuestamente obsoleto sistema inmune? Quizá porque son pequeños, quizá porque tienen hijos muy jóvenes o porque tienen una vida corta… quizá todo ello les hace, en principio, no necesitar sistemas inmunitarios basados en la memoria. Pero… numerosos invertebrados son grandes, otros tienen un hijo cada año y algunos viven mucho tiempo. La almeja redonda se mantiene bien de salud durante 250 años a pesar de bombear continuamente a través de sus órganos internos cantidades importantes de sedimentos ricos en bacterias…

Vamos ya con la hipótesis de la que hablábamos al principio: la inmunidad adaptativa se habría desarrollado en parte, pero fundamentalmente, para reconocer y manejar comunidades complejas de microbios beneficiosos que viven sobre o dentro de los vertebrados. En el hombre hablamos de más de 2000 especies de bacterias asociadas (piel, boca, intestino,…). Nos proporcionan el beneficio metabólico de millones de genes y otras actividades adicionales (como una mejor digestión). Por otro lado, tan sólo hay algo más de 100 especies bacterianas patógenas humanas identificadas, y la exposición a ellas no es excesivamente frecuente y suele ser transitoria.

En comparación, la microbiota intestinal en los invertebrados esta numéricamente dominada por “turistas”, que van cambiando continuamente según el medio ambiente en el que se encuentre el animal. Sin embargo, también existen varias estrategias mediante las cuales los invertebrados mantienen en cierto grado controlada su microbiota: mediante el mantenimiento intracelular de algunas especies de bacterias beneficiosas; creando barreras físicas entre el hospedador y los microbios (como en los intestinos de termitas, que aíslan a sus microbios mediante capas de quitina); por último, incluso sin memoria adaptativa, el número de componentes de reconocimiento específico que aparece en el sistema inmune innato de los invertebrados es bastante elevado. Pero ninguna de estas estrategias aparece en vertebrados, por lo que parece que se debe haber adoptado otra mucho más versátil.

Aun así, no todo son ventajas. Es posible que hayamos pagado un cierto peaje por nuestro especial sistema inmune. Quizá las enfermedades autoinmunes son la consecuencia colateral de nuestra permisividad con los microbios...

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