El otro día en una conferencia conferencia científica, el profesor Ricardo Amils, reconocido geomicrobiólogo, partía de la hipótesis de que, dada la probada existencia de agua en Marte, era posible la existencia de vida en el planeta rojo. La Geomicrobiología, como su nombre indica, estudia los avatares de la vida (microbios, claro) sobre los minerales. La empresa no es sencilla, pero menos da una piedra.
La orografía y la distribución de los sedimentos parece dar alas a los sueños más húmedos de los astrobiólogos: que en tiempos pretéritos hubo agua líquida en Marte. Las misiones que los terráqueos hemos enviado a Marte, las más sofisticadas consistentes en “rovers”, correcaminos con aspecto de WALL·E, parecen constatar que no hay nada vivo pululando por la superficie de Marte a simple vista, pero tampoco descartan que algunos de los minerales analizados tengan un origen biológico. Algunos marcianoescépticos dicen que probablemente hay vida en Marte, pero vida extramarciana. Es decir, hay vida ahora que hemos mandado allá todo ese montón de chatarra contaminada con microbios terrícolas. Aunque dudo que al pobre estafilococo de la piel del técnico de montaje de la NASA que ensambló el brazo robótico del Opportunity le están gustando las vacaciones. Desde luego, las evidencias apuntan a que en la superficie del planeta rojo no hay señales de vida, lo que no sorprende teniendo en cuenta que, aunque la temperatura a mediodía en el verano marciano puede pasar de 20 ºC, las noches son fresquitas, de hasta 160 ºC bajo cero. Pero… ¿Y en el subsuelo? Amils apuesta por las perforaciones en futuras exploraciones marcianas en busca de vida. Dicho por un científico de los de barbas blancas y luengas, todo esto suena un poco “freaky”, incluso a tópico de profesor chiflado, pero este señor tiene autoridad para decírselo de tú a tú a sus colegas en la NASA. Su equipo ha encontrado microorganismos viviendo en el interior de bloques de pirita a más de 100 metros de profundidad, en ausencia de luz o materia orgánica para obtener la energía, la cual consiguen probablemente de oxidar iones ferrosos. Son microbios españoles de pura cepa, andaluces de Huelva de toda la vida, puesto que la franja pirítica de la región del Río Tinto es para los geomicrobiólogos algo así como la Tierra Prometida para el pueblo de Israel. Aunque Amils confiesa que la proximidad del jamón de Jabugo tiene que algo que ver con esto. Dado que estos microbios comen indigesta pirita en lugar de los citados “pata negra”, crecen muy despacito, pero no se pueden quejar de la temperatura, que jamás sube o baja de 20 ºC. Los detractores de la importancia de estas investigaciones (la Ciencia sólo se consolida a base de aportar pruebas experimentales supuestamente irrefutables a los incrédulos) alegan que esos bichos pueden ser contaminaciones inherentes al proceso de toma de muestra. A mí personalmente me parece que es loable extender los límites de la Biosfera en la Tierra, aunque sea a niveles inferiores a la red del Metro, antes de irnos a buscarla a otros planetas. En palabras del profesor Amils, “no sabemos si hay, hubo o habrá vida en Marte, pero tampoco sabemos cómo se originó la vida en nuestro planeta”. Lo más interesante de todo esto es que muchos científicos piensan que la respuesta a ambas cuestiones puede estar relacionada. Hay incluso algún visionario que sostiene que la vida pudo llegar a la Tierra en el interior de un meteorito. A lo mejor al final somos marcianos. Mira tú por dónde.
La orografía y la distribución de los sedimentos parece dar alas a los sueños más húmedos de los astrobiólogos: que en tiempos pretéritos hubo agua líquida en Marte. Las misiones que los terráqueos hemos enviado a Marte, las más sofisticadas consistentes en “rovers”, correcaminos con aspecto de WALL·E, parecen constatar que no hay nada vivo pululando por la superficie de Marte a simple vista, pero tampoco descartan que algunos de los minerales analizados tengan un origen biológico. Algunos marcianoescépticos dicen que probablemente hay vida en Marte, pero vida extramarciana. Es decir, hay vida ahora que hemos mandado allá todo ese montón de chatarra contaminada con microbios terrícolas. Aunque dudo que al pobre estafilococo de la piel del técnico de montaje de la NASA que ensambló el brazo robótico del Opportunity le están gustando las vacaciones. Desde luego, las evidencias apuntan a que en la superficie del planeta rojo no hay señales de vida, lo que no sorprende teniendo en cuenta que, aunque la temperatura a mediodía en el verano marciano puede pasar de 20 ºC, las noches son fresquitas, de hasta 160 ºC bajo cero. Pero… ¿Y en el subsuelo? Amils apuesta por las perforaciones en futuras exploraciones marcianas en busca de vida. Dicho por un científico de los de barbas blancas y luengas, todo esto suena un poco “freaky”, incluso a tópico de profesor chiflado, pero este señor tiene autoridad para decírselo de tú a tú a sus colegas en la NASA. Su equipo ha encontrado microorganismos viviendo en el interior de bloques de pirita a más de 100 metros de profundidad, en ausencia de luz o materia orgánica para obtener la energía, la cual consiguen probablemente de oxidar iones ferrosos. Son microbios españoles de pura cepa, andaluces de Huelva de toda la vida, puesto que la franja pirítica de la región del Río Tinto es para los geomicrobiólogos algo así como la Tierra Prometida para el pueblo de Israel. Aunque Amils confiesa que la proximidad del jamón de Jabugo tiene que algo que ver con esto. Dado que estos microbios comen indigesta pirita en lugar de los citados “pata negra”, crecen muy despacito, pero no se pueden quejar de la temperatura, que jamás sube o baja de 20 ºC. Los detractores de la importancia de estas investigaciones (la Ciencia sólo se consolida a base de aportar pruebas experimentales supuestamente irrefutables a los incrédulos) alegan que esos bichos pueden ser contaminaciones inherentes al proceso de toma de muestra. A mí personalmente me parece que es loable extender los límites de la Biosfera en la Tierra, aunque sea a niveles inferiores a la red del Metro, antes de irnos a buscarla a otros planetas. En palabras del profesor Amils, “no sabemos si hay, hubo o habrá vida en Marte, pero tampoco sabemos cómo se originó la vida en nuestro planeta”. Lo más interesante de todo esto es que muchos científicos piensan que la respuesta a ambas cuestiones puede estar relacionada. Hay incluso algún visionario que sostiene que la vida pudo llegar a la Tierra en el interior de un meteorito. A lo mejor al final somos marcianos. Mira tú por dónde.
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